martes, 25 de noviembre de 2008

Sobre los males que no duran cien años

¡Mierda! Si no me di cuenta que había pasado… simplemente se fueron…
Al igual que el sueño… facultad que todos saben es muy escasa por mi lejana galaxia, las musas locas que suelen atacarme con mil ideas ingeniosas, dibujos, letras, canciones (a las horas más inconvenientes) no estaban.
Hace dos semanas simplemente supe que desaparecieron y que no cerraron la puerta al marcharse. Oz se ha alimentado de las sobras que dejaron los ladrones; las miles de agendas que mantengo llenas de frases ahora lucen estacionarias en alguna frase que, al releerla, simplemente parece incoherente. No se me ocurre nada, nada pasa por mi cabeza en las últimas semanas y entonces me enfrasque en una lucha sin cuartel contra mi estupidez y se me llegan los claros del día releyendo a Saint Exupéry, a Fontanarrosa, a Saramago y a Bayly (sí, aunque sea literariamente estoy con cuatro al mismo tiempo)
Mil y un eventos ocurridos y por todos conocidos me llevaron a la idea que unos buenos tragos y una inmejorable compañía solucionarían el problema: Jako y los tragos bombardearían las nubes negras de mi llanto… y si el llanto fluye esperaba que trajera emociones consigo….
No hubo llanto, pocas emociones y demasiadas risas. Quizás este Jako es un tipo para reírse con y no para llorar al lado de; él viene con magia incluida desde la fábrica.
Saben, lo peor no es que las musas no lleguen, lo peor es no saber qué hacer con todas las horas de sueño que tampoco aparecen y que me encuentran dando vueltas en la cama sin nada en que pensar. Si al menos tuviese el valor de cortarme una oreja o de salir a buscar la bohemia bogotana! (Es broma Marga, no te enfades)
Pero entonces ayer se me ocurrió una genialidad. Fui a ver Madagascar 2 y adicional a los montones de risa que me han sacado, al puto león se le han ocurrido unas frases tan profundas que no me lo podía creer… él estaba diciendo lo que yo no había podido pensar estos días… entonces llegué a casa algo tarde, pero recordé que tenía dos películas y me dispuse a verlas: Casablanca y Juno. No puedo hacer una retrospectiva de las mismas porque solo soy bueno para las historias que me suceden o para las que me invento, pero de repente comprendí que historias irreales, perfectamente construidas, se habían cimentado en formulas de amor completamente diferentes; amores que lo entregaron todo y que no esperaron nada; amores imperfectos y por lo tanto hermosos; amores como los que deben ser, nacer y permanecer; amor de pareja indisoluble, de madre incondicional… y de amigos, porque a los amigos hay que amarlos, así es como debe ser, eso me dijo una persona sabia que alguna vez conocí… entonces casi a las tres de la madrugada Juno descargó su llanto… y yo la ayude con mis ojos cuanto pude… y encontré que no eran los tragos los que harían caer las nubes negras, era el simple conocimiento personal que he dejado a un lado; ese saber que los ingredientes de las cosas que hago vienen de afuera, pero se cocinan en mi, se fecundan en mi, se ofrecen desde mi. Y volvieron a darme los claros del día, pero esta vez llorando cuanto pude, con las excusas que Juno pudiera prestarme…
Hoy al amanecer una mano conocida me toco el hombro. Los ojos hinchados de una excelente mala noche no la conocieron muy bien al mirarla, pero sabía lo que ella buscaba. Me senté en la mesa que recién compre y recién pinte y con nuestra genialidad consistente dibujamos casi cuatro páginas de Oz. Las musas han regresado a casa.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Sobre lágrimas, recuerdos, adioses y olvidos.

Si, señoras y señores… ese viejo perro se las cobro caro. Habiendo dicho en mi pasado post a Mr Satanás que no cedería a sus chantajes ni que tomaría sus tentativas opciones. El muy zorro se ha robado uno de los tesoros más valiosos que ha encontrado.
Ayer he perdido, por cosas que no vienen al caso comentar, uno de mis dos amigos. Uno de los planetas mayores que tienen en equilibrio esta lejana galaxia.
Quizás todas las preguntas flotaban en el aire y las respuestas estaban en él, pero hubo una acusación enorme que me hizo estremecer, que me hizo dolerme de querer tanto y reflexionar cuanto se puede entregar.
Mi Amigo me dijo que yo era una persona manipuladora, que hilaba la verdad a mi acomodo para hacer de los que me rodeaban esclavos de mis caprichos.
Si me hubiese dicho simplemente “no me vuelva a hablar”, con todas las preguntas que me hubiesen arrollado, téngalo por seguro que simplemente me hubiese hecho a un lado; pero, ¿Acusarme de ser un falso? ¿Un traidor? ¿Un fariseo?
No, de todas las acusaciones es la más injusta y la más profunda de las heridas. Si tenía esa apreciación usted de mi, ¿acaso no era su deber hacérmelo saber en el mismo momento o en su defecto alejarse? Yo no me acerco a las personas mentirosas, porque temo que en cualquier momento su calaña salga a flote. ¿Por qué lo hacía usted? ¿Por qué frecuentar una persona que se piensa que traiciona la confianza entregada y quiere hacernos objetos serviles de sus deseos?
Con todo, entiendo que hay ciclos que se cierran, épocas que se terminan, Eras que se acaban. Con todo lo hablado y lo escrito podemos decir que con un mensaje le pusimos la lápida a una amistad, pero, ¿Qué habría de decir el epitafio?
Para el duelo de esta amistad, que me ha caído en el alma y me ha amargado la existencia, he de decir que es usted una de las personas más interesantes que he conocido en mi vida; que en mi calidad de parasito emocional, de esponja de delirios ajenos, admito que usted tenía esa particularidad de contagiarme la chispa y las ganas de reír. Inteligente, ameno, leal, creador de una parte de mí que me gustó conocer y que en muchas medidas se vio reflejada en este espacio. Amable, sincero, cordial, aunque algo incoherente con las cosas que alguna vez dijo de este cristiano y que resultaron no ser lo que pensaba.
Ahora es cuando nos decimos adiós, porque los adioses son una manera de cerrar los buenos libros… no, perdón, porque los buenos libros tienen el privilegio de ser releidos; aquí no tenemos ese privilegio en la justa medida de no haber logrado captar tu confianza. No buscaré alguien quien no confía en mí porque esa persona nunca desearía ser buscada. Aquí no tenemos el privilegio de los tiempos extras, porque las historias de mentiras tienen realidades tristes, porque a los Pactos, los Caballeros, sabemos darles un feliz término. Este adiós no oculta un hasta luego, por primera vez, y esta mano ya no queda tendida porque, si le conozco tan bien como creo hacerlo, se quedaría estirada por toda la eternidad.
Gracias por todo y en especial por los recuerdos… muchos de ellos los mejores de mi vida. Gracias por la buena charla y por las cortas noches. Que la vida le ponga en el lugar que usted se merece y que sus verdaderos amigos sean leales; que nunca nadie vuelva a defraudarlo de esta manera.
Que me duele como me me está doliendo no es algo que yo piense ocultar, porque quizás soy alguien manipulador y falso, pero sé exactamente como se organizan los sentimientos en esta lejana galaxia y no pienso ocultarlos. Ahora el ángel queda, señoras y señores, con sus alas de gallinazo grande, sucias y medio desplumadas, encalladas para siempre en el lodazal... porque no he de negar que mis dos amigos eran un par de alas perfectamente sincronizadas para mantenerme en vuelo.
Y vuelvo a vestir lágrimas, a comer chocolates y a leer…
…Recordando estas cosas mientras alistaban el baúl de José Arcadio, Úrsula se preguntaba si no era preferible acostarse de una vez en la sepultura y que le echaran la tierra encima, y le preguntaba a Dios, sin miedo, si de verdad creía que la gente estaba hecha de fierro para soportar tantas penas y mortificaciones; y preguntando y preguntando iba atizando su propia ofuscación, y sentía unos irreprimibles deseos de soltarse a despotricar como un forastero, y de permitirse por fin un instante de rebeldía, el instante tantas veces anhelado y tantas veces aplazado de meterse la resignación por el fundamento y cagarse de una vez en todo, y sacarse del corazón los infinitos montones de malas palabras que había tenido que atragantarse en todo un siglo de conformidad.
-¡Carajo! -gritó.
Amaranta, que empezaba a meter la ropa en el baúl, creyó que la había picado un alacrán.
-¡Dónde está! -preguntó alarmada.
-¿Qué?
-¡El animal! -aclaró Amaranta.
Úrsula se puso un dedo en el corazón.
-Aquí -dijo."

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Sobre herejía y malas amistades

Pues sinceramente cuando te vi volar a contra luz en un atardecer por demás hermoso, te reconocí de inmediato… el batir de tus alas, tu figura similar a la mía, la oscuridad compartida…
¿Cómo ha estado tu vida Lucifer?
Si, ya se a lo que vienes, la distancia entre los dos es más grande ahora que nunca, pero te juro que la oscuridad de nosotros, los ángeles caídos, es algo que se lleva como marca indeleble, como tatuaje del alma.
Si, cuando vi aquel chico que se ofreció con facilidad asombrosa el pasado lunes descubrí tu marca en sus palabras, en el tono de su piel. Supe que lo habías enviado, Satanás querido, para aliviar un poco mi carga, para abandonarme a mi crapulencia, para hacer del sexo casual un alivio a mis tensiones y una reivindicación de nuestros lazos. Pero te olvidaste de algo, el tiempo que he habitado está lejana galaxia donde me refugiaste cuando fui conminado al exilio hermano; habitando entre los mortales a los cuales ahora pertenezco, he comprendido que las cosas demasiado fáciles no tiene sabor a victoria… y la victoria es la ambrosia de los que tienen los días contados; esa es su propia inmortalidad.
Si, ahora mis deseos carnales, espirituales y morales, o como dirían otros, mi mundo, carne y demonio están cifrados en cosas por demás imposibles, pero a las cuales les he puesto todo el esfuerzo que requieren para ser una realidad. Cambie la vida que tenia por una vida más incomoda pero un poco más fructífera. Cambie los amigos, las diversiones…
No, eso no he podido cambiarlo mi adorado Satán, el corazón humano se vuelve blando o duro dependiendo del clima que lo rodea, pero no cambia, ese es inmutable; adopta disfraces, se viste de colores, utiliza un antifaz ridículo y floripondio… pero detrás de toda la coraza sigue latiendo al mismo ritmo… sigue guardando los mismos deseos.
Ja jajaja no, lo siento, esa ya no es manera de tentarme… no haré una alianza contigo a cambio de una pasión desabrida, recién acabo de salir de una cadena que me amarró por un periodo corto y para tu deleite, le rompí el corazón a tiempo para no destrozarle el alma después. Quizás me odia, quizás vio la cara oscura que a veces oculto aunque que no temo utilizar, pero sé que estaba condenado a mi lado y sé que si pudiera entenderlo me lo agradecería como bendición cristiana.
Si… claro… también noté esa jugada. Fue maestra te lo digo, la mejor tentación que pudiste encontrar para mi, el empaque perfecto, la simetría continua, ahondaste en lo profundo de mis cimientos. Conoces bien mi naturaleza y sabes muy bien lo que busco. Pero volviste a fallar por tu desprecio del corazón humano. Ese corazón que conoce algo llamado entrega voluntaria y que ofrece el amor sincero como una manera de ver feliz al otro. Su felicidad nunca estará a mi lado aunque la mía solo podría nacer al suyo. No anhela mis brazos ni busca palabras ocultas en mis ojos. Me sonríe del otro lado del cristal y yo solo puedo mirarle y sonreírle de regreso. No pretendería más que su sonrisa porque ambos sabemos que el genio enfrentado a lo imposible no es más que un loco. Pero te agradezco haberme ofrecido esa imagen bonita de posibilidad aunque fallida, te agradezco haber puesto la felicidad al alcance de mi mano cuando me enteré que no tenía herramientas para sostenerla.
Ya no lo intentes mas, deja de buscarme el lado flaco. Ven, descansa mi amado Lucifer, recoge tus alas y vamos a caminar por esta galaxia donde me refugiaste en mi exilio; utiliza los pies por un momento aunque no tengamos un buen paso después de tanto tiempo surcando los aires. Ya tengo los amigos que necesito, las habilidades que necesito y el escenario que necesito; ya recibí una oferta de amor diferente que quizás no esperaba pero que me complace; ya no espero nada de nadie y he comenzado a despejar las dudas sobre lo que esperaba de mi mismo. Ya no te esfuerces mas, somos igual de viejos, y ahora, igual de sabios. Deja ya de lado las ofertas y conversemos un poco de nuestra eternidad… total conmigo ya agotaste tu ultima tentación.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Sobre el arte de contar cuentos XI

- ¡Que se joda!- Dijo Agustín completamente convencido, sonriendo con su dentadura incompleta y amarillenta – Quien lo mandó a huevón - complementó mirando el billete de dos mil que tenía en la mano y que minutos atrás le había entregado un chico de camisa azul quien, al pedirle para un pan, le entregó el botín con una única recomendación: “Gaste la mitad y me trae el cambio, confío en usted”
Una estruendosa carcajada sacó de su propio universo a una pareja que almorzaba conversando de películas que no le gustan a nadie, cuando Agustín paso, complacido de su hazaña e intrigado por la estupidez del joven donante ¿A quién se le podría ocurrir que una persona como él regresaría con el cambio de un billete? ¿Acaso el mundo maravilloso en el que el chico había crecido, lo había hecho tan idiota para comprender que en este planeta la ley es sobrevivir?
Se acercó a la panadería más próxima que encontró y extendiendo el billete pidió un suculento pan de mil que habría de proveerle la calma a ese volcán interior que ya hacia parte de su cotidianidad y que causaba estragos en ardores inclementes. La empleada de la panadería lo miró con un aire de superioridad atroz, le tomo el billete con el suficiente cuidado de no tener contacto alguno con la mano sucia del hombre y le tiró el pan y el cambio, un billete de mil.
Agustín sintió que el desprecio con el que fue atendido le hervía en las venas y le cambiaba de color la mugrosa cara sin afeitar. No dijo nada. Salió ofendido, como lo podría estar cualquiera y como cualquiera sintió un nudo en la garganta que lo oprimía y lo agobiaba. Nadie tenía derecho de mirarlo de esa manera, de humillarlo de esa manera. Esa perra comería del dinero que él había dejado en esa panadería; ella no le estaba haciendo ningún favor, ella no le estaba regalando nada, ni siquiera el chico de camisa azul que le dio el dinero le había mirado de esa manera… el chico de camisa azul que le había dicho “confío en usted”.
Pero ¿Qué putas le importaba a él que ese chico hubiese confiado en él? ¿Acaso al mocoso ese la Mama no le había enseñado que no se debe confiar en los extraños? Pues la Mamá de Agustín si se había empeñado en que este aprendiera claro esas lecciones… y otras muchas más, como la del infierno lleno de traidores. Agustín se miró al espejo, con sus pantalones rotos, su barba descuidada, su sonrisa con la dentadura incompleta y corroída… ya no era el hombre que su Mamá había educado, ahora los reveces de la vida le habían dejado sin familia, sin hogar, y sin la confianza de la única persona que le había regalado un pan y una sonrisa con el único compromiso de llevar el cambio.
Agustín se comenzó a quebrar por dentro; aquellas fibras sensibles que se habían protegido en la coraza de mugre y de miseria se veían amenazadas por alguien que nunca en la vida quizás volvería a ver. De repente todo era confuso, Agustín caminaba sin comprender su destino y miraba de vez en cuando el pan medio mordido en una mano y el billete extendido en la otra. El billete que no le pertenecía.
Un “confío en usted” comenzó a resonar como un eco esclarecedor en los cimientos más profundos de Agustín. Un eco que comenzó a hurgar en viejas heridas, en reproches continuos, en voces que siempre tuvieron una advertencia, una amenaza, un consejo, pero nunca un voto de confianza. Entonces comprendió la mirada de reproche de la empleada de la panadería, él mismo, al mirar su reflejo sin reconocerse habría hecho una mueca de repugna. ¿Para qué deseaba ser mirado con simpatía, si no era siquiera digno de confianza?
Fue entonces cuando soltó el pan sin darse cuenta y salió corriendo en sentido inverso al recorrido anterior. Empujó señoras, asqueó caballeros, cruzo frente a la ventana donde la pareja continuaba su almuerzo hablando sobre Frida Kahlo y a poco más de una cuadra vio al chico de camisa azul, sentado en la misma banca, quizás esperando el cambio, quizás con la certeza de que Agustín jamás regresaría. Miró de nuevo el billete y esta vez sonrió, con su sonrisa incompleta y hermosa y se sintió nuevo. El chico de camisa azul que le había dicho “confío en usted” le había devuelto algo que había perdido hacía mucho, mucho antes de los ardores del hambre y de las euforias de la droga.
Cruzó la calle con un paso inseguro y ansioso y alisó un poco el billete contra el pecho cuando un dolor agudo en el cuello le borró el panorama y le llenó los ojos de lágrimas.
- Así te quería encontrar gonorrea- le dijo “el mugre” mientras giraba cruelmente el puñal contra el cuello de su víctima. Una señora gorda gritó de pánico tomando a su niña de la mano, mientras “el mugre” huía guardando su navaja y Agustín caía formando un océano rojo, empuñando un billete de mil y mirando fijamente al chico que a una calle de distancia, lo estaba esperando en un acto de confianza que ya nunca podría agradecer.
Manuel se paró de la banca, se acomodo su camisa azul, miró a una multitud que a una calle de distancia se agolpaba a ver quizás algún vendedor de venenos o milagros, y pensó en el hombre aquel que no había cumplido con su palabra, que se había quedado con el cambio, que no había podido vencer sus propios demonios… ahora Manuel sabía que gente como esa no era digna de confianza.