domingo, 29 de noviembre de 2009

Sobre actos de rebeldía ... por error.

A Ventura... suspirando a lo lejos.

Las paredes que alguna vez fueron blancas ya dejan ver el paso del tiempo y no precisamente por la cal roída o por los ladrillos flojos, si no por la gran cantidad de escritura rebelde que se ve en ellas. Rebeldía que solo se refleja en las paredes de la universidad porque ante el objetivo de cambio solamente surge la violencia, y nada más. Pensamiento revolucionario luego violencia y luego olvido de los ideales, como una serpiente que se muerde la cola hasta la eternidad

Pero quiero confesar que no soy el más apto para hablar de ello… yo también alguna vez hice parte de la muchedumbre huyendo de la policía.

Fue para la elección más controvertida de alcalde que se vio en el pacifico pueblo del que vengo. Tres candidatos, entre ellos el cuñado del alcalde saliente, quien al final, Oh sorpresa, ganó las elecciones.

La gente se fue a las calles, la indignación corría por entre los señores y las amas de casa quienes en las esquinas comandaban grupos pequeños discutiendo acaloradamente y de un momento a otro decidieron que el mismo pueblo contaría los votos, fuertemente custodiados en la oficina de registro.

Muchos bravos corrieron a forzar las puertas, robar los baúles que contenían los votos, y salir victoriosos de esa batalla en contra de la imposición. Otros chismosos miraban simplemente. Adiciono la confesión que yo hacía parte de los chismosos.

No había valor en mi presencia, simplemente la curiosidad de ver aquello que nunca quizás se repetiría y entonces, de repente, sin darme cuenta y por error, la turba perseguida por la policía corrió en dirección a donde yo me encontraba. En cuestión de segundo yo era uno más de los que corrían de los gases y de los garrotes y para peor dolor quedamos cercados por la policía de derecha a izquierda y con la alcaldía en frente, atrapados como ratas.

Fue entonces cuando hice uso del único acto de rebeldía política que he tenido en mi vida. Con una piedra frente a mí y ya sin nada más que perder, la piedra voló desde mi mano y se estrelló contra el más grande de los ventanales de la alcaldía. La muchedumbre había recordado en ese preciso momento el derecho divino a la legítima defensa. Las piedras volaron contra los edificios, la policía y las cabezas desprevenidas, de manera que se configuró una batalla campal de tal magnitud, que la policía comenzaba a retroceder, incapaces de resistir las monolíticas armas de defensa.

Escapé, como escapan los cobardes cuando ven las grandes batallas que posteriormente harán parte de la historia, con la cabeza intacta y una historia que contar, la historia de aquellos días en que yo también fui un revolucionario, casi fuerte y casi bravo, por error.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Sobre volver... sin la frente marchita.

Si han volteado hasta el recuerdo...
entonces a qué volver?

Pues porque si. Porque es mi casa, porque es mi oasis, porque es mi descanso.
Volver a los brazos que quieren recibirme y que siempre están abiertos para mi.
volver después de un merecido receso, para ocuparme de mil cosas mas pesadas pero igual de gratificantes.
Volver porque oz hizo lo propio... volver para no ser olvidado.
Volver para vencer la usencia, pero sobre todo, volver por la necesidad urgente de hablar con alguien que verdaderamente me entienda. Quien ha leido lo que aquí he escrito, sabe verdaderamente cómo soy. En mi blog no hay mentiras ni mascaras ni verdades a medias.
Porque la magia del silencio también cansa... porque hay ocaciones en que las canciones dicen mucho y hoy vengo cantando:
Quiero volver, volver, volver.

lunes, 12 de octubre de 2009

Sobre un viejo que hoy recuerda viejas historias

Alguna vez escuché la historia de un cosmonauta, quien fue a conquistar las estrellas para la unión soviética, pero justo entonces la Unión Soviética se acabó.

El hombre quedó allá, lejos del mundo que conocía, invadido por una belleza ajena y solitaria y respaldado por una bandera que tan solo existía en su uniforme, porque ya ni siquiera había dinero para traerlo de regreso.

Cuando finalmente Alemania lo trae de vuelta, ocho meses después, todo lo que él creía cierto, real, absoluto, había cambiado.

¿Cuántas veces no hemos sentido exactamente igual; con un respaldo seguro nos lanzamos a conquistar las estrellas, para ponerlas a los pies de quien sentimos que las merece? Embriagados por una belleza sin igual, no nos damos cuentas de que nada permanece estable y que las cosas cambian, los tiempos cambiar y no siempre a nuestro favor… es entonces cuando el mundo se derrumba y las banderas del amor solo quedan izadas en nuestros recuerdo… no hay un feliz puerto al cual regresar.

Si aquel hombre, suspendido en su alegría hubiese preguntado al control de tierra, ¿Era justo que estos le preocuparan con las noticias que eliminarían lo hermoso del paisaje? Si aquel control de tierra fuese yo, lamentablemente si lo haría.

Con mi diplomacia de camionero siempre he preferido el dolor de una herida inmediata que la tortura de mil heridas a retazos. Los cambios siempre llegan, es nuestro deber estar preparados. El dolor siempre llega, el sufrimiento es el que queda en nuestras manos.

Si fuese yo, cosmonauta suspendido en la belleza ajena del espacio, quien se entera que todo ha terminado, por lo único que lloraría es por el final del viaje. Miraría la belleza, que ya no sería mia nunca más y me condolería por ello. Si fuese yo, cosmonauta suspendido en la magia pasajera, quien se entera que la magia terminó, daría una ultima mirada a las estrellas impasibles y ajenas, tocaría la bandera bordada en mi uniforme y segundos después mi voz entrecortada a miles de kilómetros diría: “Control de tierra… voy de regreso”

domingo, 4 de octubre de 2009

Hasta pronto Negra, hasta pronto.

Calentame el corazón con tu canto, negra, que me está doliendo.
Abrigame con esa profunda voz de Madre Tierra, chamánica y mitológica, que ahora a la tierra ha vuelto… meceme con tu talento, con tu bravura, con tu aliento.
Ayudame a entender que la vida es solo un camino, un paso, tan regular como la alegría y más seguro que la vida.
Aun no te has terminado de ir y ya te extrañamos Mercedes, pero, solo nos queda esperar que para nuestro momento, podamos sentir que hemos cumplido, como tú lo has hecho; que millones estén con nosotros, como lo estamos contigo.
No sé si ya lo sabrás, negrita, nuestra sonrisa se fue contigo.
Calentame el corazón con tu canto, cantora, calentanos el corazón…que nos está doliendo.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Sobre nombres... y regresos.

A Leney y a Harry, sacandome de mi ausencia.

Egipto, antiguo aun para los antiguos, destacaba una propiedad enorme en algo que damos por sentado: las propiedades mágicas del nombre.

El nombre, la denominación real de las cosas, sin artilugios y sin remoquetes… el nombre como alma de lo que existe, el nombre como esencia.

¿Hasta dónde es importante el nombre hoy en día?

Ella tiene todo lo que una buena relación puede ofrecerle. Él es guapo, mantienen contacto constante, se ven con la regularidad necesaria para tener la llama encendida, pero sin la ansiedad molesta que llegue a sofocarla. Comparten, ríen, juegan, disfrutan de una buena relación después de tener las alas aporreadas por el pasado que siempre pesa.

Pero hay algo que a ella no le convence… No tiene cómo llamarle a su relación.

Perdón ¿Hasta dónde es importante el nombre DE LAS RELACIONES hoy en día?

¿Dejo de ser quien soy si me pusiera Roberto o Mario? No lo creo, creo que a veces comenzamos a deslizarnos en los detalles, manteniéndonos en nuestra bóveda celeste sin darnos cuenta que lo importante pasa en el núcleo, el suelo, al interior.

No es el beso menos beso porque se omita su nombre, no es el orgasmo menos intenso porque se le deje huérfano de calificativo. Las cosas son lo que son, con o sin adornos, con o sin nombre.

Disfruta lo que tienes, mientras puedes disfrutarlo y conservarlo; disfrútalo sin preocupaciones, sin prevenciones, sin ansiedades, porque lo que ha de ser, sencillamente será.

Sé feliz con tu relación, con o sin nombre, aliméntate de las cosas lindas, de las cosas dulces sin importar el resto, porque son lo que realmente valen, las que verdaderamente se deben retener.

¿Hasta dónde es importante el nombre hoy en día?

En mi humilde opinión, el nombre no es más que palabras y las palabras siempre son susceptibles a error, a falsedad, a engaño.

martes, 8 de septiembre de 2009

Sobre cositas... varias

Algunas veces me pongo a recordar besos pasados...

esos que te hicieron soñar alguna vez, y sin saber por qué, cierro los ojos...
quizas el hermoso placer de los besos, aunque sea en el recuerdo, debe apreciarse con el buen consejo de la oscuridad.

sábado, 29 de agosto de 2009

Sobre palabras prestadas... e idiotas propios.

Idiota no es cualquiera.

Se necesita vocación y entrenamiento. Sea cual sea el empaque. Porque hay varias clases de idiotas: los invisibles y los que encandilan. Los inodoros y los que apestan. Los insípidos y los que empalagan.
Hay idiotas con toga e idiotas con botas. Hay idiotas de reciente cosecha y los hay añejados. Hay idiotas por conveniencia y hay idiotas por convicción. Todo idiota, sin embargo, tiene su equipamiento básico: una serie de rasgos peculiares que lo definen y lo separan del resto de la especie.
El idiota típico, por ejemplo, no distingue colores ni matices. Ve el mundo en blanco y negro. Alimenta su discurso con dicotomías. Pobres y ricos. Patriotas y lacayos del imperio. Buenos y malos. Capitalismo y socialismo. Bush y el otro.
El idiota practica el autoengaño. Cree que maneja a los demás… y los demás lo usan. Lo ponen, verbigracia, a dar insultos a un gringo en tierra ajena, mientras el anfitrión voltea su estrabismo para desentenderse. O algún analfabeto presidente, embutido en un poncho, le organiza un acto de adulación para vaciarle la bolsa mientras habla.
El idiota no sabe lo que dice. Usa la lengua pero no el cerebro. Le rinde culto a la consigna. Llama a formar “uno, dos, tres Vietnam”, sin recordar el sufrimiento que un solo Vietnam le causó al mundo.
O grita a todo gañote “Patria, socialismo o muerte”, como opciones alternativas de futuro. Como una amenaza enarbolada a los cuatro vientos, que deja sin espacio a quienes creen en la humanidad, la libertad y la vida.
El idiota no sabe sacar cuentas. Se mira en el espejo y grita “¡Somos dos!”. El idiota, en efecto, asocia a su país con tres países pobres y pequeños… y cree que el imperio está temblando.
Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua se embarcaron en esa aventurilla que es ALBA. Unidos suman unos 50 millones de habitantes. La mitad de los que tiene México. La cuarta parte de los de Brasil. La sexta parte de la población del imperio. Bush no se ha dado ni cuenta de que el ALBA respira.
El idiota no sabe que los demás lo ven. Persigue al hombre de su vida (si no existiera Bush lo inventaría) por toda América Latina, y luego dice que aquél lo anda buscando. Monta un show de bostezos y de insultos en un pequeño estadio de un barrio bonaerense y luego va a dormir en el Sheraton Hotel. Prédica y conducta por distintos rumbos.
El idiota no tiene identidad política. En Argentina se proclamó hijo de Bolívar, de San Martín, de Tupac Amaru, del Ché Guevara y de Perón. Cuando visita Cuba es hijo de Martí. En Nicaragua es hijo de Sandino. En Perú, de Velasco. En la China, de Mao.
Esa mezcla de padres tan disímiles talvez sea responsable del desorden ideológico que el pobre idiota carga entre verruga y ceja.
El idiota prefiere lo parejo. Le tiene miedo a la diversidad. Por eso quiere un partido único donde todos complazcan sus caprichos. Y un pensamiento único que evite la comezón de la disidencia. Y un líder único y eterno, cuyo dedo decida el rumbo el país.
El idiota no asume responsabilidades. La culpa es siempre de otro. Del neoliberalismo. Del imperialismo. De la oligarquía. De los medios de comunicación. De sus ministros, incluso. Es un experto en el arte de lavarse las manos.
El idiota se cree grande porque hay otros idiotas que lo aplauden. El idiota se cree tigre de acero. El idiota no sabe que el acero también se derrite.
Daniel Romero Pernalete

lunes, 24 de agosto de 2009

Sobre... reminiscencias?

Se llamaba Nerón.
Negro como el alma de su homónimo, Nerón había dado buena cuenta de las carnes de todos los vecinos. Sus mordidas estaban marcadas en culitos, piernitas y las malas lenguas infantiles contaban que una niña, del otro barrio, había sido mordida en la cara, dejándola marcada de por vida.
Yo le temía a Nerón más que a la oscuridad, eso ya era mucho decir. Pero un día llegó al barrio Mauricio. Mauricio era gordo como yo, pero era un gordo valiente y en gran parte esa valentía se contagiaba en mí. Mauricio me dijo que había que usar la ferocidad de Nerón en su contra y a favor de nuestra diversión. Desde entonces nos dedicamos a mortificar al pobre perro paseando veloces en nuestras bicicletas.
¡Upa Upa Nerón! Le decíamos al animal echado a la sombra de una veranera, quien de inmediato salía a perseguirnos infructuosamente. Si que éramos muy buenos con el pedal.
Pero los días pasaron y Nerón perdía interés en nosotros, entonces teníamos que añadir emoción al juego y decidimos que molestaríamos a Nerón corriendo. La verdad al plan yo le veía muchos fallos, sobre todo el hecho que éramos dos niños obesos y que Nerón era una bestia sedienta de caras de niños para destrozar; pero para Mauricio era un plan perfecto y yo, una vez más, no tuve el coraje de contradecirlo.
Nerón dormía las cuatro de la tarde bajo la veranera y desde la esquina Mauricio y yo lo mirábamos, él mas dichoso y menos preocupado que yo. ¡Neroncitoooo! Dijo Mauricio y de inmediato el animal se levantó disparado sin siquiera mirar hacia donde corría. Mauricio y yo arrancamos en carreras y mientras que él se reía, yo trataba de ahogarme menos pero era inútil.
Las piernas funcionaban por una fuerza superior a mí, el miedo cocinaba mis entrañas y los ladridos del perro abrían orificios al interior de mi cabeza. Fue por una fracción de segundo que giré mi cabeza y vi al terrible animal a solo una nariz de mí.
Juro que no fue por mala fe, que no lo tenía pensado y que nunca me hubiese ocurrido una acción tan mezquina como aquella; tan pronto sentí el ladrido del perro muy cerca de mis carnosas piernas, estiré la mano tomando la camisa de Mauricio y sin pensarlo dos veces se lo tiré a la bestia para que le sirviera de cena.

Recogieron a Mauricio y lo llevaron al hospital con la espalda abierta por las dentelladas del can. En la noche yo no podía dormir; pensaba que había tirado a mi amigo para que se lo comiera el perro y por más que intentaba venderme la idea que era su propia culpa por incitarme al mal, no lograba callar la voz de la conciencia.
Mauricio nunca me volvió a hablar y yo nunca tuve el valor de mirarlo a la cara otra vez, ni aun cuando los años pasaron y de repente me lo cruzaba en nuestro pueblo.
Nerón murió envenenado, como solían morir los tiranos, y con tantos enemigos que nadie se condolió por el perro ni se preguntó quién lo hizo; quizás hoy en día nadie lo recuerda, quizás hoy en día el perro no es más que una cicatriz tenue en la espalda de Mauricio y un dolor de amigo en una esquinita de mi corazón.

sábado, 15 de agosto de 2009

Sobre mi más grande traición.

Recuerdo muy bien cuando los amigos de mi abuelo comenzaron a morirse, de muerte natural, que es el privilegio que tienen los viejos en los pueblos alejados de todo, menos de Dios.

¡Carajo! Se murió Orobio.

Eso fue todo lo que le escuché decir cuando llegó a la casa la noticia de la muerte del abuelito de mi Amigo Diego.

Su mirada se perdió en el cielo, quizás pensando en su propia muerte, bastante cercana, o quizás recordando al amigo perdido. Parado con las manos agarradas en la espalda como era su postura típica, sin camisa y mostrando su enorme barriga de tambor, escrutaba en el cielo sin nubes quizás una señal, quizás un plegaria, quizás un aviso.

Hoy quiero hacer una confesión de traición. Hoy quiero declararme culpable ante el destino y ante las parcas que ya deben estar preparando el hilo de mi vida.

La madrugada que mi abuelo moría, él, el hombre que más he amado sobre la faz de la tierra, yo no me levanté a despedirme… yo no le dije Adiós.

Recuerdo vagamente que Mamá se acercó a la cama y me dijo entre llantos algo como “mi Papá se está muriendo” y hasta ese momento llega mi participación en la escena de su vida. Recuerdo haberme despertado algunas horas después con la noticia de que mi abuelo había muerto.

No era posible, no para mí. Él iba más allá de las leyes que rigen a los hombres. Él era mi ídolo, mi padre, mis cimientos. Él era mi todo y yo lo era todo para él. Lo que más me duele es saber que con todo el amor que sintió por mi abuela; con toda la devoción que se entregó a sus hijos, fui yo la última persona en la que él pensó, sus últimas acciones, cuando al voz ya se había apagado, eran para demostrar que me quería… para demostrar cuánto me quería.

Yo, el traidor, lo cambié a Él, al hombre que mas he amado en mi vida, por un sueño profundo; yo, el traidor desde entonces no he logrado dormir las noches completas y quizás el único placer que no disfruto hasta saciarme es el placer de dormir.

Quizás inconscientemente espero en esta penitencia resarcir mi culpa y enmendar mi falla.

Quizás inconscientemente aplico la pena que deberían tener todos los traidores: no descasar tranquilos agobiados por el peso de su propia culpa.

Cloto hila mi destino mientras Laquesis mide si intensidad, a ellas ya no puedo pedirles clemencia por este delito, porque yo aun no me perdono por ello. Solo me queda esperar que la más inflexible de las Moiras, la propia parca, Atropos, corte mi hilo en el momento digno para que un buen amigo, mirando un cielo sin nubes y con las manos agarradas en las espaldas pueda decir con verdadera tristeza ¡Carajo! Se murió Uribe.

sábado, 8 de agosto de 2009

Sobre nuevos caminos....

A Marga, Rosa y Cyllan (futura colega).

Si, yo pensé que el costo de la vida solo me iba a reventar para cuando comenzara a pagar mis impuestos de millonario.

Hola.

Regresó (despeinado y agotado) después de una ausencia de dos semanas, sin visitar los blogs y con una lejana galaxia donde reina el desgobierno. Ahora mi lista de prioridades la encabeza una genial: Seré Arquitecto.

Bien, es cierto que las opciones de recorrer los cinco años hasta la meta se ven borrosas… bueno, siendo realistas son casi una penumbra, pero es lo que quiero, es la mejor manera de invertir mi tiempo y enfrascado en una batalla difícil… y costosa.

Y es que no es solo levantarme a las cinco de la mañana, (todos sabemos que el mejor tiempo para dormir es justo antes de tener que levantarte), tomar un autobús lleno de gente, donde todos me lanzan su mirada de reproche, haciéndome sentir como un leproso cuando los golpeo con mi enorme morral y mi gigantesca carpeta. La carpeta, que me costó un ojo de la cara y que es tan incómoda como fea; el papel del más fino, los lápices de los que más valen… todo para cumplir con los requerimientos de un profesor genial y escandaloso (algo emparentado con una gallina) que nos dice que en los mejores materiales se encontrarán los mejores resultados. Mala suerte para el reciclaje.

Transporte, comida, materiales, colecta para una gaseosa, más materiales… y todo poco a poco va inflando mi morral y devastando mi bolsillo.

Apenas empiezo, y la vida del estudiante, azarosa y humilde ya me está tocando las narices. Pero es lo que quiero, es lo que me nace; bien podría estudiar astrología y vender pantomimas de lindos futuros; bien podría ejercer de logrero, malviviendo la poca vida que me quede de lo que pudiera quitarle a los demás. No, he decidido el camino difícil, siempre lo hago y para mi buena hoja de vida, siempre lo culmino.

Solo sé una cosa, empecé esto y ahora seré el mejor. Empecé esto y con toda seguridad no habrá quien me detenga mientras esa no sea mi decisión. Tozudez me sobra y para llegar a buenos puertos, no todos los mares serán calmos.

Espero pues que no me olviden, aun cuando solo tenga tiempo de pasar por mi propio espacio y en ocasiones más separadas. Espero tenerlos cerca, porque para mí ser Blogger no es solo escribir las tonterías inmediatas que se nos vienen a la cabeza, dibujando serpientes emplumadas y pajaritos ilusorios. Ser Blogger para mí, ha sido encontrar las personas más maravillosas que piensan sueñan y sienten del otro lado de la pantalla… y espero que ellos sientan lo mismo por mí.

Ahora me voy, a mi entrevero de papeles y lápices costosos, con miedo de que ahora mi blog se vuelva una bitácora loca, donde un día comience con la frase: “Querido Diario…

martes, 28 de julio de 2009

Sobre una buena elección... mi propia eleccion

Los aromas son y serán algo cautivador. Muchas veces recuerdo un aroma con mayor facilidad que un evento y de hecho mi galería de recuerdos interna está catalogado en aroma de comida, de personas, de lugares, de los árboles en mi infancia… He de confesar que en lo único en lo que mi frágil economía se estira para derrochar es en perfumes.
Aquella noche había resultado algo diferente de lo que pensé, nuestro convenio de encuentro era para compartir dos soledades, simplemente eso. No había nada que nos uniera ni teníamos cosas en común que nos significara algún contacto. Como diría una buena amiga “nunca se debe convertir en persona al amiguito especial”… pero la figura de amiguito especial que yo estaba jugando definitivamente iba en contra de la carga emocional que tenía la noche. Era como el dulce placer de un cuento que sabes que va a terminar en algún momento, pero que se debe disfrutar mientras dura y así fue, lo disfruté con una ansiedad infantil porque las atenciones que me colmaron no son algo cotidiano en la lejana galaxia que habito; las personas que te muestran algo de cariño son pocas y como tales son invaluables.
El olor del humo del cigarrillo de nuevos amigos a los que fui presentado como otro amigo no me molestó por primera vez en mi vida. Frente a ellos la situación no cambió: miradas atentas, sonrisas repentinas, roces “involuntario” comenzaron a sentar una trama diferente en el fondo que yo personificaba.
El olor de la noche llegaba a través de una ventana a la que le faltaba un vidrio. Es un olor a frío… a misterio dirían otros, pero cada noche tiene un olor en particular. Esa noche me olía a goce, pero no ese goce particular que se puede resumir en sexo. Esa noche me olía a goce racional, intelectual y sensorial, esa noche me sentí complacido en todos los aspectos en los que se pueda usar esa palabra… pero como todas las cosas lindas, esa noche terminó.
Me levanté silencioso y le miré dormir. Siempre hay algo de paz al momento de mirar quien duerme profundamente. Tomé un bolígrafo y un papel y escribí una nota, robando alguna frase de una vieja canción… “Dormir con alguien es lindo en ocasiones… dormir contigo fue el camino mas directo al paraíso”
Luego comenzaron a llegar miles de pensamientos por mi cabeza, entre ellos los motivos que me habían llevado hasta su cama, las palabras que se habían convertido en ley desde mucho antes que nos conociéramos y el convenio definitivo de que no pasaría nada más que una buena noche… una excelente noche.
Tomé el papel de la nota y lo guardé doblado en el bolsillo de mi pantalón. Hay ocasiones en que los amigos eventuales no pueden pretender convertirse en persona. Le desperté para despedirme y con un simple adiós bajé las gradas y me encontré en la calle. El cielo amenazador de un domingo lluvioso y su respectivo olor me acompañaron hasta la parada del autobús. Horas mas tarde, solo en mi casa, mirando llover a través de la ventana, pensé en lo mucho que me hubiese gustado que fuera la persona que he estado buscando… aunque sabía que no lo era.

sábado, 25 de julio de 2009

Sobre mentiras.... y mas mentiras.

Si esa mano anónima obró de buena fe ya lo decidirá el diablo.

El hecho fue que a mi buzón llegaron dos correos; uno con la contraseña del buzón él, de mi nueva ilusión, el otro con una conversación del facebook donde intercambiaba mensajes con un apuesto chico, en las mismas fechas en las que se ha visto conmigo.

Una ira irrefrenable me invadió, una oleada de rabia y desazón puestas toda en el mismo contenedor, incapaz de mantenerla dentro… demasiada desilusión para mi pobre humanidad.

Entonces armé las palabras con retorica implacable, demostrando mi enojo, tirando a su cara el veneno que me corroía las entrañas, pero entonces, una certeza me apuñalo el costado: él y yo no somos nada.

Nos hemos acostado, hemos salido, hemos reído y hablado del amor y otros demonios, pero la verdad es que no somos nada… no puedo yo culparle por auto-sembrar en mí ilusiones.

Entonces… ¿Quién putas me puede definir a que tenemos derecho los “amigos con derechos”? ¡Joder! Eso es una mierda, sobre todo para los idiotas como yo que no distinguimos los linderos del corazón con los de la cama. ¿Ahora qué debo hacer? ¿Pretender que nada ocurrió y seguir calentándole la cama cuando las hormonas lo pidan o inflamarme de rabia como un pavo y mandar todo al carajo?

¡¡¡Ahhhh pero es que yo no aprendo y bien merecido lo tengo!!!! ¿Acaso fue el primero? ¡No! Estas especies abundan entre las autóctonas de mi romancero personal. Mentiras, mentiras y más mentiras… y encima me aterro por una mentira más, por un mentiroso más.

No voy a decir que al diablo el amor… para qué coño mentirme, si podría poner mi vida en manos del primero que me diga palabras bonitas… pero, ¡al diablo él! Al diablo con sus patrañas y sus cuentos enredados; al rincón de los recuerdos no gratos y ¡Ala! A empezar de nuevo… ¡A la caza de nuevas mentiras!

miércoles, 22 de julio de 2009

Sobre el adios a los pelos

Cuando niño siempre pensaba en qué ser cuando grande. Policía, marinero, biólogo marino, enano de circo, presidente del gobierno; no quise ser bailarín de reality, porque en esas bellas épocas aun no estábamos tan contaminados por la televisión. Pero hace algún tiempo al mirarme al espejo he tenido la certeza de lo que seré cuando grande: voy a ser calvo.

Y es que mirando mi vello capilar tono medio (Hombre, medio tirando a bajo) creo que esta cabellera que ha conocido tantos cortes y que se ha visto de los más variopintos diseños no llegará a los treinta y pico.

Ahora mi pregunta varía un poco. ¿Seré yo en el futuro un calvo orgulloso de mi pelada? O por el contrario trataré de ocultar lo evidente haciendo uso de lo escaso: peinarme una hilera de pelos para tratar de simular una leve sombra sobre el coco liso.

Bueno, el destino venía escrito al nacer sin un pelo de tonto, sin pelos en la lengua y con un retraso en el resto de mi pelaje (cuando mis compañeritos narraban selvático lo que en mi anatomía aun era desértico)… pero es que sentir las ideas tan ventiladas es otra cosa. Me sentiré como pensando con una bola de cristal, donde todos pueden ver mas allá de lo evidente!

La hermosa Celia Cruz (Aunque los canones de belleza afirmen lo contrario) lucía un sinfín de pelucas de colores coquetas y elaboradas. ¿Deberé ser yo uno de esos que esconden bajo el peluquín lo que la madre naturaleza se encargó de brillar? Bueno, esta no sería una mala alternativa si no contamos con horror la infinidad de Videos Locos donde al pobre calvo se le cae la peluca en el grado de la hija, en mitad de un discurso o en una gran olla con comida.

¡No, No al macabro peluquín! Seré un calvo de los de antes, de esos orgullosos que se extinguieron con los caballeros y los dragones. Seré un calvito digno como San Francisco (aunque de franciscano solo tenga la pobreza) como Ghandi, como Sean Connery o ¡como Amy Winehouse si es que sigue empeñándose en hacer ese macabro moño!

¡No a las abundantes cabelleras de los famosos de las películas!

Seré un calvo digno, presidente de la ACD Asociación de Calvos Dignos… y nuestra publicidad la hará una bien rapada Britney, demostrándonos que quedarse calvo también es una buena manera de hacer historia… aunque solo sea la historia personal.

miércoles, 15 de julio de 2009

Sobre mi versión de lo que pasó esta semana en mi pueblo natal.

Ella le descargó el cuchillo con el odio fosilizado que llevaba entre las venas. Trato de meterlo en la articulación del hombro, pero después de recibir un puñetazo en la cara simplemente lo tiró donde cayera. Ramiro la miró con asombro, y trató de mirar el cuello de la camisa donde el líquido vital comenzó a dibujar rosas mortales; ella retrocedió unos pasos con el arma en la mano izquierda mientras con la derecha se tapaba la boca. Aun años después, en prisión, ella recordaría la mirada llena de sorpresa mientras retumbaba en las oscuras paredes la última palabra que él le dijo: “¡Puta!”

La golpeó en año nuevo, la golpeó en las fiestas de barrio, la golpeó porque sí y la golpeó porque no; ella aceptó su destino con una sumisión evangélica y se etiquetó a sí misma como una presa del lobo aquel; como el objeto que estaba en casa y que por lo tanto tenía que esperar y recibir todo lo que llegara de afuera. No hubo una sola persona que no le dijera que lo dejara. No hubo una sola persona que no le ofreció su ayuda para alejarse de aquel lugar y continuar su vida mutilada más allá de los alcances de aquel verdugo, pero para ella Ramiro podía llegar hasta el fin del mundo y allá, en el fin del mundo, matarla.

Ramiro salió trastabillando hasta la calle; el inclemente sol de las tres de la tarde derretía las tejas de zinc mientras en la lejanía un vecino ponía huapangos de Miguel Aceves Mejía. Se quitó la mano del cuello y el poderoso chorro que había cambiado de color la camisa ahora era un caudal que poco a poco lavaba el único error que dos buenas mujeres habían cometido en la vida: su madre al parirlo y su esposa al tomarlo por compañero.

Nadie lo ayudó. Nadie atendió la suplica silenciosa que esos ojos, ahora humildes, lanzaban mientras una mano, estirada hacia el cielo, le regalaba al hombre un aire de loco indefenso que no habría de convencer los corazones callosos que lo miraban sin piedad.

Cayó de rodillas, mirando desde su agonía muda cómo la sombra de las tres de la tarde se teñía de rojo en el suelo donde habría de caer, donde habría de morir bajo la mirada atenta de quienes lo conocían.

Ella continuaba en la puerta, momificada, con una mano en la boca y mientras la otra estaba aferrada al cuchillo limpio y brillante que no demostraba en su hoja ser el asesino de aquel hombre en la mitad de la calle.

Un anciano, que había dejado de lado la partida de dominó que muy seguramente iba a ganar, caminó hacia ella y bajo la mirada atenta de todos los vecinos le quitó el cuchillo de las manos y lo tiró a un techo.

Cuando llegó la policía, nadie la acusó a ella. Nadie dio una mirada sospechosa, nadie dijo nada. Todos alrededor de un muerto sin dueño simplemente callaban y agachaban la cabeza hasta que ella, acosada por sus propios rencores y por el rojo infernal del suelo manchado, entre sollozos le contó a los policías todo lo que había pasado. “Yo solo lo quería asustar, nunca quise matarlo”; un policía joven, casi niño, le puso las esposas y la ayudó a subir al carro con una piedad genuina, él le creía.

La patrulla de la policía se iba dejando un rastro de polvo en los corazones de todos aquellos cuya única pena era tener ahora una amiga en prisión.

Al muerto de nadie simplemente lo alzaron, se lo llevaron y solo quedó en todos como un mal recuerdo, un mal bicho que fue borrado por un baldado de agua con el que una señora flaca y sin dientes arrasó la mancha roja que había dibujado las tres de la tarde en el suelo de la calle.

viernes, 10 de julio de 2009

Sobre santos modernos en galaxias lejanas

Sé que algún día me van a rescatar de los mugrosos anaqueles de sus recuerdos y la imagen que van a tener de mi, será una risa... quizas de burla. Por elemental justicia me voy a morir primero que ellos; todo para ejercer mi última voluntad: obligarlos a que me extrañen.

Debe ser una pesada cruz ser amigos míos, pero ellos la han cargado por cincuenta y pico de semanas interminables donde quizás mil veces han pensado, en un descuido, envenenarme el trago librándose por fin de dictadorcito… han ganado su santidad resistiendo esa tentación.

Yo grito, ordeno, deliro, me refundo en enojos tontos que finalmente yo mismo tengo que descolgar para izar de nuevo banderas de paz. Ellos impasibles me ven como a los toros viejos desde la barrera, con un aire de comprensión y misericordia por mis delirios de grandeza.

Me aman, yo sé cuánto me aman y espero que la vida me alcance para demostrarles cuanto los amo. Un año a mi lado, siempre, sin más preguntas que las necesarias y sin más respuestas que las que yo quiera dar.

Ahora en mi lejana galaxia han sido declarados Santos Varones, Jako y Green, Green y Jako, dos pilares enormes que me han sostenido y que espero que me sostengan por mucho tiempo más.

Quizás algún día yo no esté cerca, quizás algún día el dictadorcito pare de dar órdenes y de enojarse por sus llegadas tarde (y por los miles de defectos que tienen jejeje)… pero para entonces yo ya habré ganado mi inmortalidad en sus corazones, una inmortalidad que venía escrita en mis estrellas desde tiempos de mis ancestros.

Ahora me deben un favor más grande, ahora me deben su propia salvación. Total, no habrían ganado la santidad de no haber tenido que soportar el martirio de soportarme… aunque sé que yo no hubiese podido soportar la nostalgia eterna de nunca haberlos conocido.

lunes, 6 de julio de 2009

Sobre los primeros golpes de mi vida

Cuando él me dio la primera trompada, yo ya sabía que había perdido la pelea. John Jairo no solo era el más grande y fuerte del salón, sino que además era amigo exclusivamente de los niños de quinto, lo cual en una primaria era tener a como Dios en un frasquito.

Unas horas antes, cuando estaba en la fila de la tienda con mi almuerzo en la mano, John Jairo al coger un balón me hizo tirarlo todo por el suelo. Confieso que no fue temeridad de mi parte ni un acto de valentía pero instintivamente de mi boca, con toda la gana, salió un “¡Marica!” que no debía combinar mucho con mi siguiente cara de terror. ¡¿Cómo había podido ser tan idiota de decirle marica a John Jairo?! El se vino como una fiera, las niñas se corrieron y los niños me empujaron un poco como tratando de alejar a un leproso de su lado. Cuando John Jairo me cogió de la camisa, la providencia se encargó de poner a la profesora Cristina a mi lado quien le ordenó “que me soltara y dejáramos de jugar tan fuerte”.

Él me miró a los ojos y zarandeándome me dijo “a la salida nos vemos, tocino”.

Para ese entonces, este tocino ya estaba frito.

Los niños me miraban con una piedad genuina, las niñas por poco y lloran conmigo. Solo sé que caminé como un zombie de regreso al salón y unas enormes ganas de orinar perpetuas se apoderaron de mí.

A la salida nos vemos, tocino” me había dicho, de manera matonesca el cruel John Jairo, a quien nunca nadie había ganado la pelea y no iba a ser controlado por mí, quien a duras penas lograba controlar mi vejiga. Yo quería llorar, llamar a mi Mamá a su celular y decirle que fuera a esperarme a la salida del colegio; mala suerte la mía que los celulares aun no habían sido inventados y muy seguramente mi Mamá, como es su costumbre actual, no me habría respondido en ese fatal momento.

Mis ideas eran un carnaval de cosas imposibles, desde hacerme el desmayado (aunque al paso que iba ese era mi destino, por el miedo, o los golpes de ese niño), contarle a la profesora, volarme antes de clase, arrodillármele a John implorando su piedad… nunca antes estuve mas arrepentido de no obedecer a mi abuelo, cuando me aconsejaba cargar siempre conmigo un cuchillo “porque los enemigos no solo son los del alma

El reloj corría de manera vertiginosa y para cuando el timbre sonó, mi vejiga pensó que era una orden de salida del dorado líquido. Creo que unas gotitas sí se escaparon.

Salimos. Todos conmigo, empujándome sin tocarme y mirándome como si estuvieran mirando a Santiago Nasar, como si cargara la lápida en mi espalda ¡Y muy bonita no era!

Antes de que yo pudiera correr, el cual fue mi único realista y a todas luces inútil plan, John Jairo me dio la primera trompada con la cual ya me sabía derrotado; me cogió de la camisa para no dejarme caer y con la otra mano me cogía del pelo diciéndome ¿Quien es el marica? ¿Ah? ¿Quién es el marica?

Si él hubiese esperado una respuesta, con mucho gusto yo habría dicho que yo, que mi Papá, que el profesor… o el marica que él prefiriera, pero eso era una rumba de golpes que no daban tregua alguna, hasta que se arrancaron los botones de mi camisa y yo caí redondo (literalmente) en el piso. No fue valentía, lo confieso, sino instinto primitivo de conservación el que, al sentir el ladrillo en mi mano, se lo lanzó con toda mi porcina fuerza a ese verdugo que ya venía a rematarme. John cayó inmediatamente sobre el andén, tan fantásticamente desmadejado, que si no fuese por mi mala suerte conocida, yo lo habría dado por muerto. Obviamente me fui corriendo antes que se levantara, mientras todos lo miraban con el asombro de estar viendo lo imposible.

Al día siguiente ambos estábamos frente al padre rector, yo con la boca como un florero y él con un chichón que parecía el trasero de un macaco. Fuertes amenazas nos amarraron a la buena conducta y ahora todos hablaban por lo bajo de mi valentía y mi valor.

Ayer, más de quince años después, John Jairo me agregó al facebook; me envió una invitación que decía algo como “Hola, no sé si te acuerdas pero estudiábamos juntos en la primaria… alguna vez me pegaste con un ladrillo”. Yo acepté su invitación y respondí su mensaje con un “Creo que si te recuerdo…creo que si.”

miércoles, 1 de julio de 2009

Sobre la verdadera historia de David.

Estaba pensando en mi gran odio hacia David.

He de confesar que era un rencor que me nacía de las entrañas cada vez que lo veía; tan mono, tan rubio, ¡tan zalamero el miserable!

Cada vez que cruzaba la puerta y sabia que él era uno más de la familia, me entraba ese desprecio demencial por el pobre can que no tenía otra explicación que los celos. Esa vez, cuando se lo regalaron a mi hermana, David era apenas un cachorrito que había abierto los ojos ese mismo día y que había quedado huérfano porque su madre era muy pequeña para la gran camada. Entonces todos en la casa alrededor del pequeño lo mirábamos con asombro y extrañeza; nos turnamos para dormir con él, lo alimentamos y poco a poco se convirtió en la adoración de la familia y en mi tormento personal. El dinero de los helados y pasteles que mi hermana siempre destinaba para mí ahora eran una inversión para que el canalla usurpador luciera un pelaje mejor que el mío; ¡Yo!, que debía ser el más sabroso de los humanos en la casa porque únicamente eran mis zapatos y mi ropa interior las que se devoraba la infernal criatura y lo peor de todo, ahora era parte de mis deberes sacar ese nido-mal-hecho a pasear y hacer sus necesidades.

No miento cuando digo que el perro me odiaba tanto como yo a él: me mordió en dos ocasiones y en ninguna de las ocasiones había gente en casa. ¡Obvio! ¡Ahora ante yo era un mentiroso que intentaba socavar el buen nombre de la peluda bestia que era casi un ángel! Puedo jurar que esa alimaña me sonreía desde el sillón que ahora se llamaba “el asiento de David”.

Entonces llegó el momento cumbre de mi odio, la única decisión que se podía tomar en casos de extrema urgencia: eliminar al tirano. Probé el veneno, en todos y cada uno de los alimentos que él consumía; debió haber sido entrenado con las mismas técnicas usadas por Fidel Castro porque ninguno de ellos dio resultado. Cuando quise envenenarle el whisky en las rocas, se volvió abstemio.

Lo saqué a pasear y lo perdí cinco veces, la última vez fui yo el que no pude dar con la casa fácilmente mientras el bellaco ya estaba apoltronado en “el asiento de David” viendo Lassie.

El día perfecto para eliminar al enemigo era el día del matrimonio de Sury. Con todas las mujeres de la casa, cualquiera podría haber dejado la puerta abierta y el negrito de la esquina, que iría al pueblo vecino, por un par de billetes ya acordados se lo llevaría y lo dejaría allá. Un plan sin errores; perfecto.

Bueno, sin errores sin contar el demencial odio que por mí sentía el perro quien, al verme solo en casa y en un intento kamikaze de destruirme, no sé cómo ni de qué manera saltó desde el tercer piso a la calle. Un coloquio de vecinas escandalosas llegó tumbando mi puerta a golpes y llevando en brazos esa marioneta peluda que tenía la lengua afuera, como si de un ahorcado se tratase. No solo se negaron a declararlo cristianamente muerto, como era mi respetable deseo, si no que me hicieron montar en una bicicleta (aparato que por demás también me odia) y llevar el desmadejado animal hasta la veterinaria al otro lado del pueblo.

No le sucedió nada al perro, quizás estaba enrazado en gato o quizás mi mala suerte era soportar los regaños de mama, el llanto de mi hermana y la presencia endemoniada del roñoso perro. Un año después decidí independizarme, abrir mis alas, dejar el nido y vivir mi vida; con mis maletas en la puerta les decía a todos que tranquilos, que estaría solo a unas calles de distancia, que vendría todos los días; desde su trono personal el dictador aquel me lanzó una mirada altiva, quizás demostraba que me había vencido: por las puertas de esa casa el primero que había salido era yo.

... para Yako

domingo, 28 de junio de 2009

Sobre el día del orgullo...


Somos maricas, no necesitamos la bendición de políticos corruptos y pastores pederastas. (Queer as Folk)

Hay una parte de nosotros que cree que no merecemos ser amados, así que nos enamoramos de alguien que sabemos que no podemos tener y que nunca nos amara, y tenemos fantasías sobre el día en que por fin se de cuenta y vea claramente lo que se ha perdido, y nuestros sueños se conviertan en realidad. Pero ese día nunca llega y antes de darte cuenta te plantas en los 40 y en los 50.. y sigues estando solo... no dejes que eso te pase a ti, ama a alguien de verdad, alguien que te ame. (Queer as Folk)

Soy heterosexual, muy a mi pesar (Joaquín Sabina)

No hay seducción en Grecia porque el amor es homosexual y pedagógico; una virtud, no una pasión. (Jean Baudrillard)

La homofobia contribuye a reforzar la frágil heterosexualidad de muchos hombres. (Elizabeth Badinter Catedrática y discípula de Simone de Beauvoir.)

Si no hubiera gays, el arte no existiría (Monica Naranjo)
Si hubiera nacido hombre, seria GAY (Monica Naranjo)
Nada tienen de especial dos mujeres que se dan la mano el matiz viene despues cuando lo hacen por debajo del mantel (Ana Torroja)

Defender el derecho de elegir la preferencia sexual no es un asunto exclusivo de las lesbianas y los homosexuales, es un asunto que compete a todos, porque llegar al punto de elegir libremente su sexualidad, es un derecho que ha costado sangre, sudor y lágrimas a las naciones modernas Abel Pérez Rojas (1970-). Educador mexicano

Yo no tengo nada en contra de los homosexuales; si nacen así, pues qué se le va a hacer, pero que no digan encima que están orgullosos de funcionar al revés (Manuel Fraga Iribarne Político español.)

No es que carezcan de sentimientos, pero muchos hombres no expresan su interés por otros hombres por temor a perder su virilidad. (Anónimo)

Pero ¿Cuál masculinidad si el hombre paga permanentemente para que una mujer u otro hombre se la reafirmen? (Anónimo)

Hola, mi nombre es Sergio Uribe, tengo 25 años y soy gay desde esa época en que puedo aportar información a mi biografía. Sé que no es fácil, pero no se me ha hecho difícil: nunca he cuestionado mi propia sexualidad ni la he pensado equivocada, lo cual es mucho más de lo que algunos pueden decir. Nunca he pensado que debo tener alguna ventaja o desventaja social, laboral o espiritual por estar enamorado de otro hombre; con quién te acuestes no te hace mejor o peor persona.

Crecí en un entorno católico y seguí sus tradiciones hasta que me di cuenta lo retrogrado, medieval y represivo de sus ideas, desde entonces me conformo con aceptar que sus ritos son bellos, como lo son los ritos de cualquier creencia religiosa. Trato de respetar, incluso a quien siento que no lo merece aunque me resulte endemoniadamente difícil.

Amé alguna vez, con todas las fuerzas de mi corazón, pero aun no estoy seguro de haber sido amado; desde entonces me he enamorado, ilusionado, deseado de tantas y tan variadas formas que creo que el sentimiento se reinventa con cada nueva persona. No creo que haya amor entre hombres o entre mujeres, simplemente hay amor.

Admiro a aquellos que de manera efectiva consiguen algo a favor de los derechos homosexuales; es admirable pues tengo la certeza de que yo nunca podría lograrlo.

Mi Mamá es mujer, mejor amiga es mujer, mis hermanas son mujeres, las mujeres me han dado tanto amor, protección y soporte que nunca podría tener una sola palabra ofensiva o despectiva por las mujeres, como suelen hacerlo algunos gay, a los cuales considero unos verdaderos maricas, maricas como los que se dejan meter la mano a los bolsillos, muy diferentes de los gay.

Mi admiración también para aquellos hombres y mujeres heterosexuales quienes se identifican y defienden la causa heterosexual; es una clara muestra de tolerancia y fraternidad.

Estoy vivo, busco mi propia felicidad y pienso pagarla al costo que sea, porque esa búsqueda es mi única obligación, amando a quien desee amar, sin temor a contarlo y teniendo plena conciencia de dos cosas: Mi nombre es Sergio y soy Gay.

miércoles, 24 de junio de 2009

Sobre nuestro derecho.

Era la moto más bonita que yo había visto en mi vida.

Nunca había visto una moto nueva y menos en mi casa. Cada una de sus piezas brillaba hermosamente mientras sus colores perfectos y soñados me hacían pensar en los del libro de colorear. Montarla era una sensación maravillosa, era como cabalgar sobre la felicidad. Mi Mamá la había comprado porque la situación cada vez era más difícil y ello le ayudaría en su trabajo; cuanto esfuerzo, ¡cuánta vida recompensada en aquella hermosa maquina! Ahora era nuestro orgullo y es imposible narrar el anhelo de mi hermanito y el mío propio para que Mamá llegara a casa y nos diera una vuelta antes de cenar. Era maravillosa la sensación de espera por la certeza del pequeño paseo.

Un día Mamá llego, había olvidado unos paquetes en casa y entro unos minutos; al salir alguien había robado los espejos de la moto. Se veían igual de mutiladas la máquina y la ilusión de Mamá, salimos con mi hermanito justo para ver como ella pasaba las manos por los pequeños agujeros donde iban los espejos y cómo unas lágrimas menudas y silenciosas surcaban su rostro. ¿Qué podíamos hacer nosotros para enjugar esas lágrimas? Mi hermanito se abrazó a su pierna y ella le pasó la mano por su cabeza. Yo no puse acercarme, temía lastimarla más.

Algo, alguna cosa debía yo hacer para borrar el rastro de esa lágrima silenciosa. Algo debía yo hacer para que Mamá pudiera salir a la calle sin miedo a recibir una multa por andar sin espejos; la idea me mortificaba, mirar a Mamá silenciosa despedirse de nosotros y salir caminando cargada de paquetes mientras la moto estaba ahí, guardada, esperando un poco para volverse útil. La idea me mortificaba pero aun así no encontraba manera de ayudar a Mamá, hasta ese domingo, cuando de repente supe lo que debíamos hacer.

Le dije a Mamá que saliéramos los tres a caminar un poco y cuando llegamos a mi objetivo le conté mi plan.

Sentados frente a una iglesia y le mostré todas las motos que habían ahí parqueadas, ella solo debía indicarme cual y yo robaría los espejos adecuados para ella. Era nuestro derecho, era nuestra posibilidad de venganza; no teníamos por qué padecer cuando teníamos la posibilidad de poner la pena sobre los hombros de alguien más. Nadie podía merecer esos espejos más que Mamá y yo los traería para ella.

Mi Mamá me miró con esos ojos grandes que todo lo saben y todo lo entienden y no me respondió… no me dijo cual era mi siguiente objetivo, no me dijo cuales espejos robar para ella y borrar así la marca de aquella lagrima que aun me vibraba en el alma; estiró su mano y acarició mi cabello y de repente me trajo hasta ella y me abrazó junto a mi hermanito y dejó caer no una lagrima solitaria si no un torrente incontenible, un diluvio de sentimientos que bañando su rostro, me gritaban lo que ella de sobra sabía: por ella, por evitarle cualquier dolor y por enjugar una sola de sus lágrimas, yo era capaz de dar mi vida entera.

lunes, 22 de junio de 2009

Sobre ella y yo...

Qué gran vergüenza sentiríamos tú y yo de los errores cometidos en el pasado; yo y tú, abrigados por la misma sombra y escritos de la misma manera porque siempre hemos sido uno; Tú y yo, siempre diferentes… siempre, siempre tan iguales.

Veinticinco años de amigos y solos dos ocasiones sin hablarnos: cuando no te llamé para tu cumpleaños y cuando no me llamaste para mi cirugía, pero es curioso, porque nosotros no tenemos necesidad de hablarnos, no tenemos necesidad de conocer la exactitud de lo que nos sucede, porque el guion de la vida es uno solo: condenados a estar tristes cuando el otro está triste, a reír cuando el otro ríe, a soñar con las mismas estrellas que parecen inalcanzables.

Cosas de la vida nos han dejado lejos de nuestros nidos, nos han llevado a morir de tristeza en una habitación solitaria de ciudades grises que no nos pertenecen. Si, es la verdad, entre los dos era más fácil, entre los dos incluso desdeñábamos los besos ajenos y nos reíamos de ello.

Cuando él llegó a tu vida, sentí ese miedo visceral a la perdida inevitable, sentí que de alguna manera él te arrebataría de mi y no podía tolerarlo… entonces me fijé en sus no pocos defectos, en su forma de malquererte, en la manera absurda de amar que él te brindaba… y me opuse, acompañado de todos los que te queremos, porque pensábamos que eras mucha mujer para un ser tan despreciable.

Recuerdas cuando escribí para ti esto, en este mismo blog: “Dino es una mujer complicadamente romántica, en eso nos parecemos. Ella aun cree en la salida a caminar, en la película de cine y en la chocolatina los días de visita, pero como era de esperarse, el novio es totalmente diferente, es el lado opuesto, es la versión imperfecta de un buen novio. Que la quiere no me queda duda, y por supuesto a ella tampoco, pero a él simplemente no le nace comprar el ramo de rosas en el cumpleaños ni le suena mucho la idea de salir de trabajar doce horas para luego terminar la noche en una discoteca ruidosa. Ella pretende cambiarlo, él no pretende cambiar.”

Ahora, muchos años después, me cuentas que él ha cambiado. Ahora no estoy contigo, ahora estoy uniendo Cali con Bogotá sin tu compañía. Ahora quizás soy más viejo y muy poco sabio, pero por lo menos puedo asegurarte una cosa: eres muy inteligente, mucho, tanto como yo… y en este punto de la vida el único consejo es que te dejes guiar por tu corazón y tu cerebro, porque si los combinas, ellos no se equivocan. Yo nunca seré el amigo de él, pero le estaré infinitamente agradecido si ahora puede hacerte feliz. Sé cauta pero no desconfiada, ya sabes lo que pienso de los desconfiados.

Ríe, sueña, llora, enamórate… no hay nada de malo en ello, todas esas cosas te demuestran que estas viva; todas esas cosas te hacen única e irrepetible.

Háblame… cuando quieras y como quieras… porque sabes que yo estoy aquí, con un clima diferente, con gente diferente, pero siempre aquí… total, es un cordón umbilical que no podemos romper, es una fortuna que nos pertenece desde el momento mismo en que nos parieron y que nadie podrá arrebatarnos.

Te extraño mi amiguita… te extraño mucho, y puedo decir con toda certeza: Era tan diferente cuando estabas tú… sí que era diferente cuando estabas tú.

lunes, 8 de junio de 2009

Sobre apuestas para perder

Hay cosas inútiles a las cuales estamos amargamente encariñados, para la muestra un botón: El dedo meñique de los pies.

¿Hay algún artilugio más inútil en todo el cuerpo? No, no lo creo, el dedo meñique del pie tiene una sola, única y macabra función: ser el portador de un callo y darse horrorosos golpes contra las esquinitas y las mesas. Aún así, ¡ese dedo que te hace tropezar no sería mutilado a gusto propio nunca! Es una debilidad pero es nuestra, nació con nosotros, lo vimos dar sus primeros pasitos y lo vimos vestir su primer uñero…. Entonces, ¿Cómo alejarlo de nuestro corazón y de nuestra anatomía?

A Diana se lo había dicho su madre, se lo habían dicho sus amigos y se lo había dicho la baraja con la carta del dos de espadas: ese hombre no iba para ningún lado. Ese hombre era simplemente un hongo emocional; no aportaba, no entregaba… llegó un momento en que simplemente era un bulto medio calvo a la otra orilla de la cama. La nostalgia enorme que producen las malas relaciones, comienzan cuando se resta lo que se tiene con lo que se desea tener… y la diferencia es enorme.

Pero el corazón siempre tiene mucho de Capitán de barco: dispuesto a hundirse con la nave, dispuesto a acompañarla hasta el final; pero, ¿Quién la puede culpar? ¿Quién de nosotros no se ha atado a un dulce tormento con la esperanza vacía de un cambio, con el anhelo de revivir pasados mejores tiempos?

¿Hasta donde llegar con la esperanza de un cambio? es una buena pregunta; ¿hasta donde podemos modificar y acomodar los comportamientos ajenos? Realmente en el paso por esta situación son más los interrogantes que las respuestas, cada quien tendrá un punto de vista diferente, habrá quien soporte malos ratos, malas noches… malos tratos. Habrá quien a la primera noche lo mande todo al demonio y ponga los puntos sobre las íes.

En mi caso son dos los puntos que me detienen y me hacen soportar: la terrible idea de la soledad, de quedarme solo de nuevo, de tener que volver a empezar o la idea de hacerle daño a la otra persona.

Flaco favor le hace al corazón la terrible idea de ser un mártir. Poca ganancia se gana de soportar en silencio: muchos malos ratos y una espera incesante en la que todo tiempo pasado fue mejor.

Finalmente Diana terminó con la relación… finalmente se dio cuenta que a la hora de saldar las cuentas, ella estaba perdiendo y que aun buscando en todas las cartas de la baraja, el futuro de esa relación no era más que una masa gelatinosa en la que nadie podría ser feliz.

Habrá quien calle, suspire profundo y se abrace con ilusión a ese mal amor aun sin identificar; a ese tumor sentimental que no hace más que succionar y engordar sin reportar ningún beneficio… nadie puede culpar esa actitud… igual, algunas relaciones siempre serán nuestros dedos meñiques del pie: Inútiles, pequeñitas, feas… pero muy nuestras.

miércoles, 3 de junio de 2009

Sobre una larga cuenta... que ya pagué

Dos semanas llevado del diablo por un dolor de estomago que no tenía ni pies ni cabeza. Cinco horas solito en la sala de urgencias de un hospital, retorciéndome de dolor en la silla mientras una digna señora me contaba que ella llevaba ahí siete horas, en ayunas, y que muy probablemente no iba a poder volver a tomar café, chocolate, comer huevos, pan, frijoles… en fin, era más fácil preguntarle qué podía comer de ahora en adelante. Cinco minutos revisado por un médico (nada atractivo), diez minutos tocado por todas las terminaciones nerviosas por un grupo de tres médicos quienes radicalmente dijeron: ¡Apendicitis!

Una enfermera corría, armada hasta los dientes con ese material de tortura llamado inyección, una bolsa de suero y una gran sonrisa que yo definía burlona en medio de mi doloroso performance.

Diez minutos más en una sala de espera privada, con un frio de los infiernos y vestido solo con una bata que te deja el culo al aire, dos inyecciones más en la bolsa de suero, una camilla de cirugía, un fulano aterrado de estar por primera vez frente a tantos doctores; una máscara de oxigeno, una inyección en el suero… y todo quedó atrás.

Un dolor para moverme, un dolor para acomodarme, un dolor para todo (sin mencionar la risa que aun me hiere mortalmente y la tos que me hace ver rayos y centellas); siete vasos de gelatina, un compañero de cuarto que no respondía, tres platos de comida asquerosa.

Siete centímetros de apéndice, cuyas funciones orgánicas en todas las fuentes son descritas como “hipotéticas”… es decir, siete centímetros cuya mayor utilidad es recordarte tu frágil y dolorosa condición humana.

Mil pastillas, mil citas posteriores y una linda cicatriz que deberé cubrir con uno o dos tatuajes. Cien mil horas en mi cama, sin poder escribir, pintando de lado y sintiendome como una tortuga de espaldas.

¡Mierda… tratando de analizar todo esto, recién me doy cuenta cuan malo soy para los números!

martes, 26 de mayo de 2009

Sobre mi decalogo a favor de la dignidad


Tienes que tener más precaución cuando revises tu correo desde un computador ajeno, mas aun si es el computador de un ingeniero en sistemas” dijo con un tono burlón que aunque me ofendió, no me evitó ser lo suficientemente elocuente y decirle con un aire de obispo “Cuanto rencor Rodrigo, tanta ponzoña y tanta venganza de alguien que punge de iluminado, que dice estar más allá de los sentimientos del resto de mortales. Qué tristeza” todo asegurándome de no concederle el derecho a réplica y reservarme así el privilegio de la última palabra.
Muchos amigos Blogger han visto un blog que tenía el enlace aquí mismo, en mi lejana galaxia, donde abiertamente se ofrecían “mis servicios sexuales a caballeros distinguidos y por una módica suma (muy módica a mi gusto) amanecer atrapado en las alas tristes de este ángel caído”. Una triquiñuela macabra con olor a amante despechada y que solo me ha traído ahora a la necesidad de explicar que no fui yo quien creó ese blog. Tres Blogger amigos, quienes no menciono por no tener autorización para ello, guiados por la curiosidad y/o preocupación me hicieron conocer la situación, me orientaron para la solución y se rieron conmigo del percance.
Es por esto, que a continuación presento un decálogo de agravios a favor de mi buen nombre y dignidad.
1. El chico de las fotos SI ERA YO, lo confieso medio apesadumbrado, sobre todo por las distinguidas damas que suelen visitar mi espacio y que hubiesen visto las referidas imágenes. A los dignos caballeros obviamente mucho daño no he hecho, aparte de la panorámica de un culo ofrecido y vacilante del cual solo puedo destacar que no tiene celulitis.
2. De haber pertenecido a la noble estirpe de las putas, las buenas putas de Dios, las que escuchan y dan consejos, no me hubiese puesto en evidencia publicando el enlace de mis servicios desde mi propio blog, por una simple y llana razón: ninguno de los visitantes habrían contratado los servicios de un loco, chalado, neurótico, paranoico y existencialista donde lo más lejano que se podría encontrar sería placer sexual.
3. Mi “amigo” (si, tú Rodriguito, que resultaste ser el más fiel seguidor de esta web) que amablemente creó para mí un blog tan lúdico y explicitó, solo logró su cometido vengativo en una cosa: ¡Puso las putas fotos más feas de todas las que tenia! Pero, ¡Jesús! ¿Hay que ser tan depravado en la vida para poner esas fotos, aprovechando que este servidor se veía tan gordito? ¡No! Eso fue ofensa a mi dignidad y a la salud visual de los visitantes. Los amigos Blogger, a quienes no nombro por no tener su permiso, pueden dar fe que tengo fotos del culo más bonitas que esas.4. Tristemente para mí, he de reconocer que no recibí una sola llamada solicitando los servicios que de manera generosa ofrecía este blog. No hubo el viejo verde, el joven desubicado, la loquita del closet, un turista sexual, un apadrinador de putos, nadie, nadie llamó a pedir mis amaneceres… eso, eso es lo que verdaderamente me rompe el alma.
5. No hay quinto malo.
6. Juro solemnemente que no he sido ni ejercido la profesión de masajista, acompañante, escort, puto, prostituto, prepago, babilonio, callejero, taxiboy, o cualquier sinónimo que se le pueda aplicar a tan antigua y noble profesión. Bueno, eso si no contamos el cuarentón que por allá en mis años de universitario caleño, después de algunos encuentros romántico – clandestinos me llenaba los bolsillos de billetes y me decía que era para el trasporte de regreso a mi casa. Cabe aclarar que este cuarentón, muy apuesto obviamente, era un prestante señor con un alto puesto en una empresa del gobierno, por lo cual los billetes que cargaba en mis bolsillos no eran más que una devolución de lo que mi familia invertía en impuestos.
7. Juro solemnemente que no soy ni seré un trabajador nocturno (o diurno, no había horario especificado en aquel blog) por cuanto, para qué nos vamos a engañar, con el cuerpo que tengo ahora el máximo placer que puedo prodigar, es el bello placer de una gran carcajada. ¡Que, coño, si más fácil me pagarían para vestirme que para desvestirme! No me vendo, porque creo que el mercado está saturado de modelos más recientes, a muy bajo precio y a los cuales no hay que invitar a una cena de antemano.
8. Me sigue ofendiendo la idea que haya escogido las peores fotos que encontró de mí.
9. Solo mi amigo Jako y mi amigo Green podrían testificar en mi favor, por conocer a ciencia cierta mi lugar de trabajo, mi estilo de trabajo y mi horario de trabajo. Y dejo constancia que no me he acostado con ninguno de los dos para que sea mi coartada en este caso en particular; me acostaría con ellos, porque son divinos y eso cumpliendo el requisito previo de la cena romántica.
10. No le temo a mi desnudez, no le temo a mi gordura, no le temo a dar la cara; no me conocía tan bien mi amiguito si pensaba que de esa manera me haría pasar un mal rato y solo me regalo la certeza de que él es un triste marica y un marica triste; eso sí, no me conformo con la idea que hayan visto de mí las peores fotos… Antes muerto que sencillo, ¡y aun después de muerto! porque ya he encargado a mi madre contratar un servicio funerario que pueda garantizar que seré un hermoso cadáver.

martes, 19 de mayo de 2009

Sobre mi hombre ideal

Tres personas esta semana me han dicho: No veo la razón por la cual estas solo. A decir verdad yo tampoco la veo, sin embargo, estoy solo. He estado solo por mucho tiempo y quizás deba de estarlo por un tiempo mayor.
Pero anoche traté de buscarle una definición a otra pregunta, quizás más común para mí: ¿Cómo es la persona que espero? No hacía falta un doctorado en física nuclear para saber que ese es el punto de quiebre de mi vida romántica. Una serie de exigencias desaforadamente simples crean un personaje tan complejo que puede llegar a ser considerado Utópico.
Sobre mi hombre ideal.
Debe ser buen conversador, buen escuchador, respetuoso de silencios y respetuoso de palabras. Debe saber volar dentro de una pintura sin sentido alguno. Debe amar los cuentos infantiles y los chocolates, el buen cine y el mal cine, la buena música… y la no tan buena (no creo que haya música mala)
Mi hombre ideal debe derretir mi pasado amarrándose a mi presente sin prometer futuros, de hecho, no debe hacer promesas en voz alta, pero debe cumplir todas las que le haga a su propio corazón. Mi hombre ideal debe robarme la cabeza.
Mi hombre ideal debe seducirme, erotizarme, estimularme, desearme, subyugarme, poseerme, habitarme, enlazarme por todos los contactos posibles sin dejar de ser dos personas únicas e irrepetibles.
Mi hombre ideal carga la simpleza del invierno, la belleza de la primavera, la inclemencia del verano y el enigma eterno del otoño amarillo de cielos indescifrables. Mi hombre ideal está siempre cerca, aun cuando sus brazos se encuentren lejos de mí.
Esa es la respuesta a todas mis preguntas. Esa es la cursi realidad de mi vida romántica. Estoy solo porque el hombre de mis sueños debe encajar en un molde muy complejo, el hombre en sí debe ser tan simple que coincide a la perfección con las tonterías que pido.
Pero no debo pensar que mi hombre perfecto no existe. Quizás está al otro lado del Atlántico, leyendo el periódico o tomándose un café un una plaza pequeñita. Tal vez está deseando conocerme y hacerme feliz.
No sé, de pronto está haciendo el amor pensando en mi… porque yo también hago el amor pensando en él.

viernes, 8 de mayo de 2009

Sobre dos años... cosidos a retazos


Anoche tuve un sueño particularmente raro, y es en serio, así que espero contengas la risa.
Soñé que de alguna manera había ganado una escoba mágica, si, de las mismas que usa Harry Potter para volar, eso sí, la mía era de mejor calidad je je je.
Bueno, pues tenía yo tantos amigos, que le acondicioné un artilugio a la escoba para poder cargar con mis ellos y volar por lugares grandes… muy grandes. Para cuando llegue a pisar el hielo en algún paraje lejano, fue cuando me desperté y comprobé que se me había caído la cobija y los pies se me estaban congelando.
Hace dos años encontré la puerta de escape, la salida perfecta… la verdadera manera de volar. Hace dos años me aventuré, después de leer por pura casualidad a un vaquero hermoso, a un ángel colega y a un hada del sur del mundo, a iniciar mi espacio, dándole un guiño a Frida con el grito enorme de ¡PIES PARA QUE LOS QUIERO, SI TENGO ALAS PARA VOLAR!
Frida, ya lo sabe mi amigo el coctelero, es mi delirio, mi pasión, un reflejo antiguo en los espejos de mi hoy, de mi presente; Frida, uno de mis seres querido, quien junto a Sabina y a Chavela, han tenido un guiño aquí, en mi Lejana Galaxia.
Pero las cosas se salieron de las proporciones que inicialmente planeé… y vinieron personajes hermosos desde el otro lado del país, del continente ¡y desde el otro lado del Atlántico! Cada personaje con una idea, con una caricia en el momento oportuno, cada personaje con las alas lustrosas y abrigadas para decirme de una manera o de otra “puedes contar conmigo”
Así me di cuenta que los amigos no son necesariamente para verlos cada día, los amigos son para sentirlos, para conocerlos, para comprenderlos y aun así poder refutar sus ideas (sin pretender cambiarlas)
Los amigos vienen en todas las presentaciones posibles y a través de mi blog me he dado cuenta que llegan por los medios más insospechados.
Gracias, por venir, por pasar, por quedarse. Gracias por ser mis amigos, quizás los verdaderos, quizás los únicos. Gracias por quedarse a mi lado y por aventurarse conmigo a volar, aun teniendo en cuenta que mis alas desplumadas y sucias no son muy fuertes en ocasiones. Gracias por sostenerme en vuelo.
Dos años, cosidos a retazos, pedacitos de alma en cada escrito, ausencias pero nunca olvidos… el hermano menor (Oz) que nació después, ante la imposibilidad de Dark de ser tan colorido.
Dos años… que auguran ser mil… que espero estén para siempre escritos en mi biografía y en la palma de mi mano.
Gracias, por no temer volar conmigo, en mi loca escoba mágica, sentaditos, riendo para mí y viniendo para mí…. Gracias por enseñarme que ALQUILARSE PARA SOÑAR sí vale la pena.

jueves, 30 de abril de 2009

Sobre mis vacaciones 3 de 3... el final.

Cuando caí en cuenta no tenía el numero de mi amigo Gustavo, y dada mi inútil cabeza, sabía que no recordaría el dato del guía que este me había recomendado para recorrer la ciudad.
Al día siguiente ni siquiera lograba recordaba donde había despertado; el rumor de un mar embravecido me trajo a mi realidad momentánea… aunque no tenga futuro, ¡Bendito sea el presente cuando nos borra el pasado!
Cartagena era tal como la recordaba, las calles estrechas, los negros sonrientes que te venden hasta el alma si es que la precisas. Hermosas historias de bucaneros y piratas que saltan de las páginas de la literatura infantil para convertirse en sangre dentro de la historia de nuestra república.
La agencia de viajes nos había asignado un conductor y un guía, este se nos presentó como profesor de idiomas en la universidad local (algo que, dada su humilde apariencia, descarté de plano) y como guía ocasional. Sabía todo lo que hay que saber de Cartagena… sabía mucho más de lo que muchos llegaremos a saber de Colombia. Contaba batallas, declamaba versos, gesticulaba hazañas de hombres mancos que gobernaban pequeños imperios.
No pude evitar recordar a mi abuelo, ese negro hermoso que me vincula también a la tierra en la que estaba. No podía evitar pensar que en una de esas mazmorras algún ancestro mío, esclavo y negro, había dormido en el suelo, había soñado con libertad, había pensado en el amor.
El guía nos llevó a la universidad y nos presento a sus alumnos, verdaderamente era un profesor, y al parecer muy querido por sus discípulos. El servicio del guía fue tan ameno, que mi amigo Mike decidió contratarlo al día siguiente para conocer la cotidianidad de la gente de Cartagena.
Calles sucias, con huecos, niños barrigones y desnudos atravesando las calles sin precaución, pequeños vendiendo frutas en los carritos multicolores que hay en cada esquina. Nadie diría que estaba de visita en una de las ciudades más ricas de Colombia.
El viejo cementerio fue por mucho, el lugar que llamó mi atención total. Embutido de cabeza en las historias de espantos y aparecidos, se me fue el tiempo mirando las caras de los ángeles y vírgenes, algunos mutilados, a quienes la lluvia les dibujó con moho lágrimas de dolor. En este sitio, de hermosura natural, no vi una sola interpretación de la espera de una resurrección… cada imagen, más elaborada que la anterior, era una muestra enorme de tristeza y desolación.
Cartagena desde el avión se veía pequeña, pero es enorme, más aun recorriéndola en incómodos zapatos que aun no aman a su dueño. Los tours ecológicos te llevan por entre los manglares, por entre las aguas olorosas a naturaleza, el calor se vuelve sofocante en algunas ocasiones, pero hasta esa asfixia tiene un toque de divinidad. Practicar snorkeling es visitar otro mundo, más complejo y hermoso que mi lejana galaxia, los pececillos de colores que parecen al alcance de la mano, los corales efectivamente están al alcance de la mano y por supuesto, el corte que te haces en la misma mano al tocarlos… todo es mágico, bueno, hasta que recuerdas que los tiburones huelen una gota de sangre a miles de kilómetros, y entonces el pequeño corte con el coral te parece una gran tragedia.
Aclaro que al final nada he debido dar a cambio de mis vacaciones... él fue todo un caballero.
Cartagena desde el avión se veía pequeña, pero es enorme, siempre lo será para mi…me gusta Cartagena porque huele a amante enamorada, huele a romance, huele a noche de bodas. Me gusta Cartagena porque huele a negro bravo, porque tiene a África entre sus arenas oscuras, me gusta Cartagena porque es un buen lugar para olvidarlo todo y porque te da una gran razón para querer llorar cuando la dejas.

lunes, 27 de abril de 2009

Sobre Hoy

Bogotá, Lunes veintisiete de abril de 2009.
... pero sigo vivo.

viernes, 24 de abril de 2009

Sobre mis vacaciones 2 de 3

Volver es un arte divino que lleva un cierto encanto escondido. El paso del tiempo cambia las cosas, corroe las paredes, arruga los rostros… volver siempre será un arte que debe aprender a llevarse con dignidad.
Volver a mi Valle del Cauca, a mi Cali ardiente, a mis pueblitos pequeños y detenidos en el tiempo, siempre será una bendición, la bendición cristiana que mis abuelos me daban y que me hacían inmune a todo, desde los enemigos del alma hasta a las mordeduras de perro bravo; así es la bendición de regresar a recargar baterías en mi tierra natal.
El curioso rostro blanco y la enorme estatura de mi acompañante contrastaba enormemente con la piel morena de la gente del pacifico colombiano, los niños se detenían a mirarlo con una curiosidad genuina. Un hotel bastante acogedor y un respiro de alivio al comprobar la habitación: él había pedido dos camas. No había aun cuenta de cobro por los favores recibidos.
Las horas se nos pasaron en paseos por lugares ya conocidos por mí, pero ante los cuales debía maquillar de sorpresa cuando la emoción del reencuentro me llegaba de golpe. Sembrados de caña de azúcar, de frutas, de uvas… negras fuertes resistiendo el sol de las tres de la tarde para vender chontaduro, trabajadores en su bicicleta solos en la carretera quizás habiendo cumplido ya el deber del trabajo para llevar el pan a la mesa.
¡Cuántas sonrisas hay en el Valle! Esas mismas sonrisas que me faltaron en los rostros capitalinos me sobraron en esos pueblitos pequeños de puertas abiertas todo el día.
Había sido inscrito en clases de salsa, arte en el cual me defiendo dignamente pero que al debí fingirme ignorante para no incomodar a los demás aprendices; nadie quiere los sabelotodos.
Es increíble como nuestra sangre latina domina a la perfección el arte del baile. Aun el menos afortunado de los bailarines colombianos supera enormemente los extranjeros, entusiasmados pero poco diestros.
La visita a mi familia fue corta, estuve en la tarde con mi Madre, pero no podía quedarme: un europeo refugiado en la habitación de un hotel esperaba por mí para poder conocer más calles y tomar más fotografías.
La magia del valle lo sedujo y a mí me reconfirmó mi orgullo de pertenecer a esa tierra, siempre mía, siempre desde el alma.
Cuando nuestro avión dejaba atrás la tierra de caña y de sol perpetuo, experimenté el nudo en la garganta de quien se va, pero ahora mi travesía continuaba; para ese entonces mi vida turbulenta y arrugada se encontraba en una enorme pausa vital.

viernes, 10 de abril de 2009

Sobre... llegar de nuevo a casa... en todos los sentidos.

Si yo hubiese sabido en la escuela quien me robó las emes, de seguro que le hubiese destapado la cabeza de una pedrada y a la fecha no sabría lo que son remordimientos.
De repente, al llegar de recreo, mi diccionario había sido cruelmente mutilado y se le habían llevado todas las hojas que correspondían a la letra eme.
Me quedé entonces sin Mamá, sin monedas, sin Mona Lisas, sin matrimonio. Mi viejo quijote se quedó sin Molinos y ya no había lugar para salir con mis amigos a robar mangos en las casas vecinas.
Nunca sabe un ladrón lo que verdaderamente se lleva.
Estoy de regreso.
Quizás era la frase que quería colocar al inicio de este escrito, pero aun pienso una y otra vez en los ladrones que muy amablemente visitaron mi casa y aun hago cálculos de lo que verdaderamente se me llevaron.
Alguien, que me quiere mucho, me ha regalado el computador desde donde estoy escribiendo en este momento. Mis amigos, los mejores que alguien puede tener, aquellos que la vida te pone algo cerca para que los recuerdes y algo lejos para que los extrañes, me regalaron algo de dinero. La gente que sabe en realidad quien soy yo, me dio las palabras de aliento que tanto necesitaba.
No estuve solo.
Entonces, ¿Qué se llevaron los ladrones?
Los ladrones se llevaron la casa de Oz, pero él hace mucho tiempo tiene vida propia; se llevaron mis escritos, pero me dejaron mil ideas sobre las cuales escribir de nuevo; los ladrones se llevaron información irrecuperable… bueno, digamos que me dejaron la costumbre de respaldar todo de ahora en adelante.
Cuando me robaron las emes, quizás me hicieron un favor. Tal vez también se llevaron los miedos, las mentiras, la mediocridad. Se llevaron menos de la mitad de lo que necesito para vivir
Hoy, desde mi Cali del alma, desde el Valle del Cauca que quiero y que me quiere, me doy cuenta lo débiles que resultaron ser los ladrones, no pudieron contra mí ni contra la gente que me sostiene en vuelo… los ladrones se llevaron cosas que he comenzado a recuperar, pero a cambio me dejaron la certeza de que puedo levantarme de mis cenizas una y otra vez… quizás el viejo ángel oscuro, desplumado y maltrecho a comenzado a descubrir que el armazón de sus alas tiene mucho de fénix.
Gracias… Totales!

martes, 31 de marzo de 2009

Sobre el ladrón que olía a Givenchy

Se prendió de mi brazo de una manera aterradora y en sus ojos yo podía ver su furia incontenible; el hocico brillante me demostraba su ira y sus ojos caninos dejaban ver que no sentiría ningún tipo de piedad por mí.
Me desperté aterrado por ese sueño y llamé a Mamá para contarle y verificar el viejo libro de sueños el cruel presagio que ya me imaginaba. “Vendrán dificultades. Sea muy precavido porque tiene enemigos al acecho
No pasaron tres lunas cuando dos tipos me abarcaron a solo unos pasos de la puerta de mi casa. El inconfundible olor a Givenchy que traía el más joven fue lo único que logré identificar de ellos y me hicieron volver sobre mis pasos para entrar en mi casa, amarrarme y comenzar a robar todo cuanto pudieron.
No sentí pánico; contrario a mi naturaleza no me desesperé; cuando me estaban amarrando las manos, unos dedos que pude sentir como regordetes temblaban con ansiedad tectónica… “No se asuste hermano – le dije tratando de ser algo amigable – si se asusta la va a cagar, hará las cosas mal
Uno se quedó conmigo, el otro comenzó a hurgar todos los lugares del apartamento y llevarse las pocas cosas de valor que mi compañera y yo tenemos.
INVENTARIO DE PERDIDAS: 505 canciones escritas a través de 26 años (no lo demos como perdida total, algunas no eran tan buenas), cuatro acuarelas de Oz que pensaba comenzar a enviar a mis amigos, el dinero de los bolsillos, un cepillo de dientes nuevo, mis perfúmenes.
El ladrón que olía a Givenchy miró las fotos de mi bebe en la pared. -¿Es su hijo?-. Si, le respondí secó mientras él miraba las otras fotos de mi familia. “Yo también tengo un hijo, se llama Santiago”.
No quise responderle ni decirle que mi bebé también lleva ese nombre, en esos momentos tenía indignación de escuchar como los cajones del armario de mi compañera de apartamento eran abiertos de manera miserable. ¡Yo no había opuesto resistencia! Les había regalado todo lo que tenia y además una sonrisa cuando me estaban amarrando. Que necesidad tenían de llevarse lo que no se les había dado. “No la roben a ella viejo – le dije con amabilidad genuina, no inspirada por el miedo – esa niña tiene que trabajar mucho por lo que tiene”. El ladrón que olía a Givenchy dijo que esa era su manera de ganarse la vida, pero que ellos también tenían corazón, que él no era malo, que además yo sabía que no me iban a hacer nada además de asustarme.
Sus acciones están en las antípodas de lo que usted me está diciendo”.
El ladrón que olía a Givenchy no me respondió, pero sé que hoy habrá buscado en el diccionario la palabra antípodas.
INVENTARIO DE PERDIDAS. El reloj de oro que me heredó mi abuelo, la música pirateada durante tanto tiempo en mi reproductor de MP3, un computador con el que me gano la vida y unico contacto desde mi lejana galaxia con el mundo de los demás (ese es el fin de este post, que sepan a que se deberá mi larga ausencia. Ahora no tengo ni con qué comprar un tinto, aun asi, estoy sonriendo), el chanchito de monedas de mi compañera y todos sus relojes de pulsera.
Escuché al mas gordo y asustado cuando regresó a mi habitación y revisando mis nudos le dijo al ladrón que olía a Givenchy “Gran huevon, este man esta suelto, ¿no sabes hacer un nudo?” y comenzó a apretar de manera descontrolada las ataduras.
Mi hermoso lobo de peluche los miraba impávido a través de los destrozos de libros y cd’s mientras ellos preparaban la huida. ¿Ves ese muñeco que está ahí? - Le dije al ladrón que olía a Givenchy – Tómalo. Es para tu Santiago.
Él me miró aterrado y tomo el muñeco como si de repente fuese a volarnos a todos en pedazos. Mi miró con un gesto de piedad en los ojos y lo metió dentro de su chaqueta.
Les expliqué como salir, rogándole a todos los dioses posibles que no salieran ni las vecinas ni los niños, porque cualquier movimiento para ellos significaría era una amenaza.
No es ningún instinto mesiánico, pero contrariando a mi naturaleza me mantuve en calma. Contrariando mi naturaleza no les deseo que un tren los atropelle o que se les muera la Mamá… si aquel ladrón, que olía a Givenchy, era tan buena persona como yo creo que lo era, su corazón delator le hará recordar mis ojos asustados cada vez que vea a Santiago jugar con mi muñeco de peluche.

lunes, 30 de marzo de 2009

Sobre mi cursi romancero idiota...

En cuanto crucé la puerta mi destino principal fue su cama, bajo sus cobijas, en su compañía. He descubierto que el único remedio para recuperar mi sueño es una compañía placida y sincera y eso fue lo que encontré, con el fondo de un cielo a punto de romperse por el diluvio ancestral que ha amenazado la capital hace varios días.
No tembló la piel, ni los labios, ni las manos, ni ardió la sangre con la efervescencia volcánica que otras ocasiones he narrado; no, simplemente dormimos, a las cuatro de la tarde y con mil cosas pendientes por hacer, las cuales habían sido el motor de nuestro encuentro y que ahora rodaban bajo la cama como los besos locos que nunca volvimos a darnos.
Si, lo deseo, con ese deseo miserable al que no le importa que él sea mi amigo y que tenga un compromiso de antemano. Lo deseo como hombre, como amante, con mil sensaciones que me llevarían a sentir vergüenza… vergüenza de experimentar como mi piel se funde cuando sin malicia él la toca.
Hace algún tiempo, cuando deseaba tirarme por la borda de mi barco de papel, él me rescató; sin darse cuenta y sin pedir permiso se apoderó de a poco de los sueños locos que saltan en mi cabeza.
Ayer nos vimos, disfrutamos de un día tranquilo y él me sugirió que me quedara a dormir. Cada molécula de mi cuerpo deseaba beber el cáliz feliz que se negaba a apartase, pero mi tonta voluntad ama esa amistad sin medidas y en honor de esa amistad, más que marcharme, huí.
Hoy, de igual manera, todo fue perfecto; incluyendo la invitación amable para pasar la noche en su apartamento y evitar así la soledad nocturna. Mi morral iba con mis cosas de uso personal porque la parte explosiva de mí había deseado esa invitación con la misma intensidad que había deseado esos labios, pero una vez allí mil pensamientos pasaron por mi ruinosa cabeza.
¿Para qué arriesgar aquello que me llena tanto, como es su amistad, por una noche, una simple noche de placer? ¿Es más fuerte la necesidad de una eyaculación que la necesidad legendaria de un compañero sincero y fiel? ¿Hay alguna manera de conseguir una noche eterna, sin ningún mañana?
Besarlo hubiese significado un final, de alguna manera, y los finales no me gustan ni aunque sean felices, así como las mentiras no me gustan ni aunque sean piadosas.
No voy a mentirme en el intento loco de apaciguar mis ideas. Hacer el amor con él hubiese sido la manzana envenenada que me hubiese costado a ciegas el paraíso de su compañía, bendita manzana que hubiese mordido gustoso si a cambio en mis posesiones encontrara una noche que nunca, nunca conociera el amanecer