jueves, 30 de abril de 2009

Sobre mis vacaciones 3 de 3... el final.

Cuando caí en cuenta no tenía el numero de mi amigo Gustavo, y dada mi inútil cabeza, sabía que no recordaría el dato del guía que este me había recomendado para recorrer la ciudad.
Al día siguiente ni siquiera lograba recordaba donde había despertado; el rumor de un mar embravecido me trajo a mi realidad momentánea… aunque no tenga futuro, ¡Bendito sea el presente cuando nos borra el pasado!
Cartagena era tal como la recordaba, las calles estrechas, los negros sonrientes que te venden hasta el alma si es que la precisas. Hermosas historias de bucaneros y piratas que saltan de las páginas de la literatura infantil para convertirse en sangre dentro de la historia de nuestra república.
La agencia de viajes nos había asignado un conductor y un guía, este se nos presentó como profesor de idiomas en la universidad local (algo que, dada su humilde apariencia, descarté de plano) y como guía ocasional. Sabía todo lo que hay que saber de Cartagena… sabía mucho más de lo que muchos llegaremos a saber de Colombia. Contaba batallas, declamaba versos, gesticulaba hazañas de hombres mancos que gobernaban pequeños imperios.
No pude evitar recordar a mi abuelo, ese negro hermoso que me vincula también a la tierra en la que estaba. No podía evitar pensar que en una de esas mazmorras algún ancestro mío, esclavo y negro, había dormido en el suelo, había soñado con libertad, había pensado en el amor.
El guía nos llevó a la universidad y nos presento a sus alumnos, verdaderamente era un profesor, y al parecer muy querido por sus discípulos. El servicio del guía fue tan ameno, que mi amigo Mike decidió contratarlo al día siguiente para conocer la cotidianidad de la gente de Cartagena.
Calles sucias, con huecos, niños barrigones y desnudos atravesando las calles sin precaución, pequeños vendiendo frutas en los carritos multicolores que hay en cada esquina. Nadie diría que estaba de visita en una de las ciudades más ricas de Colombia.
El viejo cementerio fue por mucho, el lugar que llamó mi atención total. Embutido de cabeza en las historias de espantos y aparecidos, se me fue el tiempo mirando las caras de los ángeles y vírgenes, algunos mutilados, a quienes la lluvia les dibujó con moho lágrimas de dolor. En este sitio, de hermosura natural, no vi una sola interpretación de la espera de una resurrección… cada imagen, más elaborada que la anterior, era una muestra enorme de tristeza y desolación.
Cartagena desde el avión se veía pequeña, pero es enorme, más aun recorriéndola en incómodos zapatos que aun no aman a su dueño. Los tours ecológicos te llevan por entre los manglares, por entre las aguas olorosas a naturaleza, el calor se vuelve sofocante en algunas ocasiones, pero hasta esa asfixia tiene un toque de divinidad. Practicar snorkeling es visitar otro mundo, más complejo y hermoso que mi lejana galaxia, los pececillos de colores que parecen al alcance de la mano, los corales efectivamente están al alcance de la mano y por supuesto, el corte que te haces en la misma mano al tocarlos… todo es mágico, bueno, hasta que recuerdas que los tiburones huelen una gota de sangre a miles de kilómetros, y entonces el pequeño corte con el coral te parece una gran tragedia.
Aclaro que al final nada he debido dar a cambio de mis vacaciones... él fue todo un caballero.
Cartagena desde el avión se veía pequeña, pero es enorme, siempre lo será para mi…me gusta Cartagena porque huele a amante enamorada, huele a romance, huele a noche de bodas. Me gusta Cartagena porque huele a negro bravo, porque tiene a África entre sus arenas oscuras, me gusta Cartagena porque es un buen lugar para olvidarlo todo y porque te da una gran razón para querer llorar cuando la dejas.

lunes, 27 de abril de 2009

Sobre Hoy

Bogotá, Lunes veintisiete de abril de 2009.
... pero sigo vivo.

viernes, 24 de abril de 2009

Sobre mis vacaciones 2 de 3

Volver es un arte divino que lleva un cierto encanto escondido. El paso del tiempo cambia las cosas, corroe las paredes, arruga los rostros… volver siempre será un arte que debe aprender a llevarse con dignidad.
Volver a mi Valle del Cauca, a mi Cali ardiente, a mis pueblitos pequeños y detenidos en el tiempo, siempre será una bendición, la bendición cristiana que mis abuelos me daban y que me hacían inmune a todo, desde los enemigos del alma hasta a las mordeduras de perro bravo; así es la bendición de regresar a recargar baterías en mi tierra natal.
El curioso rostro blanco y la enorme estatura de mi acompañante contrastaba enormemente con la piel morena de la gente del pacifico colombiano, los niños se detenían a mirarlo con una curiosidad genuina. Un hotel bastante acogedor y un respiro de alivio al comprobar la habitación: él había pedido dos camas. No había aun cuenta de cobro por los favores recibidos.
Las horas se nos pasaron en paseos por lugares ya conocidos por mí, pero ante los cuales debía maquillar de sorpresa cuando la emoción del reencuentro me llegaba de golpe. Sembrados de caña de azúcar, de frutas, de uvas… negras fuertes resistiendo el sol de las tres de la tarde para vender chontaduro, trabajadores en su bicicleta solos en la carretera quizás habiendo cumplido ya el deber del trabajo para llevar el pan a la mesa.
¡Cuántas sonrisas hay en el Valle! Esas mismas sonrisas que me faltaron en los rostros capitalinos me sobraron en esos pueblitos pequeños de puertas abiertas todo el día.
Había sido inscrito en clases de salsa, arte en el cual me defiendo dignamente pero que al debí fingirme ignorante para no incomodar a los demás aprendices; nadie quiere los sabelotodos.
Es increíble como nuestra sangre latina domina a la perfección el arte del baile. Aun el menos afortunado de los bailarines colombianos supera enormemente los extranjeros, entusiasmados pero poco diestros.
La visita a mi familia fue corta, estuve en la tarde con mi Madre, pero no podía quedarme: un europeo refugiado en la habitación de un hotel esperaba por mí para poder conocer más calles y tomar más fotografías.
La magia del valle lo sedujo y a mí me reconfirmó mi orgullo de pertenecer a esa tierra, siempre mía, siempre desde el alma.
Cuando nuestro avión dejaba atrás la tierra de caña y de sol perpetuo, experimenté el nudo en la garganta de quien se va, pero ahora mi travesía continuaba; para ese entonces mi vida turbulenta y arrugada se encontraba en una enorme pausa vital.

viernes, 10 de abril de 2009

Sobre... llegar de nuevo a casa... en todos los sentidos.

Si yo hubiese sabido en la escuela quien me robó las emes, de seguro que le hubiese destapado la cabeza de una pedrada y a la fecha no sabría lo que son remordimientos.
De repente, al llegar de recreo, mi diccionario había sido cruelmente mutilado y se le habían llevado todas las hojas que correspondían a la letra eme.
Me quedé entonces sin Mamá, sin monedas, sin Mona Lisas, sin matrimonio. Mi viejo quijote se quedó sin Molinos y ya no había lugar para salir con mis amigos a robar mangos en las casas vecinas.
Nunca sabe un ladrón lo que verdaderamente se lleva.
Estoy de regreso.
Quizás era la frase que quería colocar al inicio de este escrito, pero aun pienso una y otra vez en los ladrones que muy amablemente visitaron mi casa y aun hago cálculos de lo que verdaderamente se me llevaron.
Alguien, que me quiere mucho, me ha regalado el computador desde donde estoy escribiendo en este momento. Mis amigos, los mejores que alguien puede tener, aquellos que la vida te pone algo cerca para que los recuerdes y algo lejos para que los extrañes, me regalaron algo de dinero. La gente que sabe en realidad quien soy yo, me dio las palabras de aliento que tanto necesitaba.
No estuve solo.
Entonces, ¿Qué se llevaron los ladrones?
Los ladrones se llevaron la casa de Oz, pero él hace mucho tiempo tiene vida propia; se llevaron mis escritos, pero me dejaron mil ideas sobre las cuales escribir de nuevo; los ladrones se llevaron información irrecuperable… bueno, digamos que me dejaron la costumbre de respaldar todo de ahora en adelante.
Cuando me robaron las emes, quizás me hicieron un favor. Tal vez también se llevaron los miedos, las mentiras, la mediocridad. Se llevaron menos de la mitad de lo que necesito para vivir
Hoy, desde mi Cali del alma, desde el Valle del Cauca que quiero y que me quiere, me doy cuenta lo débiles que resultaron ser los ladrones, no pudieron contra mí ni contra la gente que me sostiene en vuelo… los ladrones se llevaron cosas que he comenzado a recuperar, pero a cambio me dejaron la certeza de que puedo levantarme de mis cenizas una y otra vez… quizás el viejo ángel oscuro, desplumado y maltrecho a comenzado a descubrir que el armazón de sus alas tiene mucho de fénix.
Gracias… Totales!