martes, 5 de octubre de 2010

Sobre asaltos... de los peores.

Los asaltos son, en cierta medida, imprevisibles.

Un derrumbe colosal de ideas, de conceptos, de sentimientos. Todo se mezcla y en el medio nosotros, pobres cristianos, simples víctimas de las circunstancias.

Claro, como todo puede estar peor, podemos decir que el asaltante sea un recuerdo. Un viejo, enmohecido y lejano recuerdo que creímos tirado para siempre pero que simplemente había sido barrido por debajo de la alfombra.

A quién, en el momento más inapropiado y bajo la más patética luz amarilla, no se le llegado de repente la imagen de algo perdido, algo olvidado, una caminata, un atardecer lluvioso o una carta escrita, aun cuando la manía de escribir poco a poco se ha ido perdiendo.

Deberían condenarse como los peores, los asaltos de la memoria.

Los recuerdos llegan, golpean, destrozan y se van tan tranquilamente; que puedo dar fe que son los peores criminales que he conocido: nunca pagaran por su delito.

Sí, es la verdad, también los hay hermosos. Recuerdos bellos que te alegran el alma y te brindan un poco de paz. ¡Ja! También ellos, te lo puedo asegurar, cambiarán de rostro con el pasar del tiempo; también los hermosos recuerdos algún día hacer llorar.

Vaya mierda de texto me ha salido hoy. Quizás es la estúpida lámpara de luz amarilla que ahora mismo tengo en mi cabeza, o el día gris y lluvioso que me regala la Bogotá de estos días.

Yo que sé… simplemente dentro de todos los asaltos de la memoria, recordé que tengo un blog… uno que siempre me espera…uno al que siempre vuelvo.

miércoles, 16 de junio de 2010

Sobre mi opinion...no apta para taurófilos.

Un día me senté a mirarlos… contuve el aliento y las ganas de vomitar y me dispuse a perder unos minutos de valioso tiempo mirando la escena medieval que se observaba en mi televisor.
El asesino hermosamente ataviado, con traje y ademanes maricamente antiguos; la victima sin la más puta idea de dónde estaba… como casi todas las víctimas.
Sangre, dolor y muerte. Es lo que más atormenta al mundo de hoy y curiosamente se sigue considerando un deporte… de gente ilustrada, ¡lo cual es peor!
El pasado sábado un novillero se negó a matar un toro. Lo llevaron preso (increíblemente) por no haber cumplido su sádica encomienda y le cobraron una multa para dejarlo libre. Su único argumento fue que había tenido miedo. ¡Miedo!
Hay que tener un par de huevos bien puestos en ese traje brillante para decirle a un montón de enajenados deseosos de sangre que se tiene miedo del animal.
Sí, porque habríamos de tenerle miedo al animal.
¡Ya quisiera ver si hacen lo mismo con un animal completamente sano, alimentado y salvaje!... a esos si no tendrían los huevos para parársele de frente con un trapo a hacerle señas; un animal sano si les metería los cuernos culo arriba para ver si es muy bonito que te perforen en frente de otra gente gritando de alegría.
Si, para mí el novillero miedoso sí es un valiente… hay que ser valiente para meterse la mano al bolsillo y pagar una multa por hacer el bien. Hay que ser muy valiente para tomar una decisión a pesar que toda una horda de gusanos sedientos de sangre te llame marica miedoso. Hay que ser muy valiente para, aunque sea por miedo, escoger la vida y no la muerte.
Odio sobremanera el maltrato a los toros. Odio sobremanera los toreros floripondios que demuestran su hombría acosando hasta la muerte un animal que no pidió estar ahí. Odio sobre manera aquellos que detrás de la barrera, admiten, permite, fomentan y disfrutan la masacre, la tortura, la muerte.
Convoco a todos aquellos que tildan de miedoso al novillero miedoso, a que hagan algo más notable, qué se yo, pescar solo con red tiburones en el atlántico o enfrentarse a un tigre de Bengala con un libro religioso y mucha fe como armas. Eso sí sería notable… eso si sería diferente.
Un día me senté a mirarlos… contuve el aliento y las ganas de vomitar y me dispuse a perder unos minutos de valioso tiempo… Fue solo una gran pérdida de tiempo… Fue una muy triste y horrorosa pérdida de tiempo.

viernes, 4 de junio de 2010

Sobre el regreso... el feliz regreso.

Tres noches sin dormir, litros y litros de café que dejarían en coma a un mamífero mas grande que yo, huellas en los dedos y trabajos en cartón que son el resultado final de todo lo anterior.
Un día, hace mucho tiempo, no sabía qué camino tomar.
Me refiero, a que hace unas mañanas me levanté, salí de mi casa apurado después de darme el lujo de darme “cinco minutitos más” antes de ir a la ducha, lo que desencadenó una serie de retrasos mortales, cuando de repente mi parada de autobús estaba cerrada. Que digo cerrada… una malla de tela verde había separado completamente mi calle de la calle del frente. Oficialmente había viajado en el tiempo y en el espacio y era parte de un mundo dividido por un muro.
¿Dónde se toma el autobús cuando no hay calles para esperarlos?
Una llovizna leve, rara entonces, cotidiana ahora, me estaba arruinando veinte mil pesos en papel especial y una sensación de estar perdido que, como siempre, llego con un enorme deseo de llorar. Ese era yo, volviendo al pasado, en una Bogotá desconocida y sin saber a dónde caminar, hacia dónde ir… dónde esperar el autobús.
Llegue a clase dos horas tarde, con el papel hecho una miseria, a la clase de un profesor que no habría de llegar.
Ahora no llego tarde. Ahora se me ha hecho familiar el camino de seis cuadras para tomar el autobús que antes pasaba por la esquina. Ahora sé qué camino tomar.
Después de un largo periodo, las vacaciones han llegado, back in bussiness, un semestre más, ocho restantes, una larga vida por diseñar y muchos trasnochos por venir… pero por ahora soy libre, a retomar viejos hábitos, a recorrer territorios conocidos, a ver viejos amigos a quienes contarles que por fin, las vacaciones han llegado.

viernes, 16 de abril de 2010

Sobre mi cotidianidad

Primero que nada déjame aclararte que no es olvido, siempre lo digo; es que el tiempo lo perdí de golpe y aquellos días en los que solía ser dueño de mis actos ha pasado. Ahora es la arquitectura quien me traza el sendero… ¡Y quién soy yo para contradecirla!
Me levanto cuando aun es de noche, antes era más fácil, me levantaba con el ánimo de quien está en la costa y quiere visitar el mar, pero es que el clima me ha mostrado la realidad, las mejores horas de sueño siempre son aquellas donde el frio se cuela por una rendija bajo la puerta y darías cualquier reino terrenal por aquella cobija que tienes sobre el cuerpo… pero la arquitectura sigue haciéndose sentir a través de la incesante alarma de mi móvil repitiendo, gracias a un ringtone de 4000 pesos más Iva “Arquitecto, es hora de levantarse”
Las clases en general me gustan, menos Urbanismo… no sé qué pasa pero es que el urbanismo me puede, me golpea, me agobia: Calles, esquinas, pasos peatonales, todos me los imagino en la noche y con los ladrones al acecho.
Los profesores son geniales, todos, hasta el de urbanismo.
Me gusta mucho la de sistemas, es una vieja de mierda que me hace la vida a cuadritos, ¡pero es tan adorable!; entre risas y dulzura te clava un puñal en medio de la maqueta, y has de saber querido amigo, que después de horas de trabajo, duele más la maqueta que el corazón. Quisiera decirle “Bruja de los infiernos, ¿acaso no ves la cantidad de tiempo invertidos en cortar cada pedacito de cuerda y de madera?” Pero es que con tanta amabilidad… ¡Como podría tratarla mal!
Ya después voy en el bus, de regreso a casa, con la cara pegada a los cristales sucios donde se puede ver que alguien antes tuvo la cara pegada y escuchando esa odiosa música que suelen escuchar los conductores. Nunca me puedo dormir en los autobuses, siempre tengo la temible sensación de que despertaré cuando todos se hayan bajado y yo, solito, me encuentre en un estacionamiento gigante de buses moribundos viendo caer la tarde.
Nunca puedo dormir en los autobuses, ¡pero como quisiera! Envidio a aquellos que con las fauces de par en par sueñan libres de todo presentimiento y malestar. Yo nunca podré dormir en los autobuses, por lo menos no mientras viaje solo.
Llego a casa, como comida fría que preparé desde el día anterior, veo un poco de televisión y de leo algo; generalmente siempre hay algo de Urbanismo para leer, pero no lo hago, en ese momento prefiero leer a Augusto Monterroso o releer alguno de esos que sabes que tanto me gustan.
Ahora que lo pienso, hay un momento del día que si es mío, completamente mío, y es cuando le doy vueltas y más vueltas al facebook, maldita pagina que no puedo dejar de lado. Algún día dejaré el Facebook y la Coca-cola; el café no, ese lo necesito en las venas, pero si los otros dos, ¡qué odiosos me resultan!
Siempre hay algo que hacer. Siempre las madrugadas, ese tiempo que eran exclusividad de mi blog y de Oz, ahora le pertenecen a la arquitectura… Pintando un plano, un mapa, una callecita con un monacho feo que representa un humano pero que parece más un cigarrillo.
Cuando ya estoy durmiendo, a pocos minutos de tener que levantarme de nuevo, pienso en todos mis amigos, como tú, en los que no visito y a quienes les digo que mi ingratitud no es olvido, pienso en mi lejana galaxia, inquieta y sola, recriminándome a lo lejos las telarañas que se forman en sus esquinas.
Cuando ya estoy durmiendo, a pocos minutos de tener que levantarme de nuevo, pienso en aquellos amigos que me dicen que nunca trasnocharon en su carrera… entonces creo que es la arquitectura, la puta arquitectura a la que le quiero entregar mi vida entera.

sábado, 3 de abril de 2010

Sobre las cosas que pierdo

Sacudirme la pereza es lo más difícil del mundo. Y lo digo después de haber perdido una semana de vida en la cual en un estado medio vegetativo, me destiné a respirar sin más aspiraciones que las de seguir con vida.
Y es que esta lejanía de mi blog no es por otra razón que abandono total de las musas que me han hecho traición, se han ido dejándome tirado, con una mano adelante y la otra atrás, extrañando esos días en que la necesidad de escribir era tan apremiante, que con letra chueca escribía cosas en los autobuses y en los parques.
Quiero poner de excusa la universidad, pero también es cierto que me quedaría tiempo de sobra para escribir, dibujar e ir al gimnasio a perder esos kilos de más que tanto detesto. No sé sinceramente a donde se va mi tiempo; esos libros que antes leía por decenas ahora se convierten en un lujo que me niego inexplicablemente, ya no existe la avidez enorme de visitar páginas porno cada vez más agresivas y ni siquiera el sexo en vida real se cuenta dentro de mis pasiones actuales.
¿Me estaré volviendo viejo? Mierda, si es así, que vejez más aburrida me espera, alejado de lo que más me gusta por el simple hecho de perder el tiempo.
Tengo alzhéimer cronológico, mi tiempo se me está perdiendo.
Entre las tres de la tarde y las la media noche no hay más que u par de minutos inútiles que a duras penas rinden para hacer maquetas.
Quisiera saber quien me ha robado las musas, quien me ha desactivado el porno y quien le roba números a mis calendarios añadiéndole arrugas a mi cara.
Quisiera saber quien putas me está robando las ganas de hacer las cosas que más me gustan.

domingo, 17 de enero de 2010

Sobre comidas.

Con una sonrisa alejé el plato. -No puedo comerlo - dije con forzada decencia - cómo podría comer carne de conejo siendo ellos tan lindos, tan peluditos, tan orejones!- seguía argumentándome en el terrible panorama de comerse asado a Bugs Bunny o hacer un buen caldo con el amigo aquel de Winnie Pooh.
Mentía.
No podía imaginarme hincándole los dientes a semejante animal que, habiéndose despojado de su traje de alta sociedad, no era más que una miserable rata. Yo no puedo comerme a Mickey Mouse o a Stuart Little, y a estos por simple fobia.
Me descomponen los roedores, con o sin hermosos trajes, todos son ratas y verlos en mi plato no es algo que me apetezca. Me como las vacas porque tienen cara de tontas… las veo tan simplonas y sin gracia que simplemente me producen hambre.
Desde mi más tierna infancia he corrido de las ratas como una mariquita, me he subido a las mesas y he pedido auxilio. Son sencillamente terribles; una vez jugué con una serpiente, molesté un perro enorme, me tomé una foto con un tigre en un circo y cazaría cocodrilos si visitara el Nilo… pero roedores no, ¡por favor!
¿Los has visto, amado lector, con esos bigotes criminales, con sus caras macabras y ese disfraz de animalito indefenso? Pues uno de esos mordió un niño amigo de un amigo, y al niño le aplicaron inyecciones… EN EL OMBLIGO!!!
¿Que terrible alimaña, por el amor de Dios, es capaz de provocar un mal tan grande que te inyecten en tan mala parte?
No… China podrá comerse todos los ratones del mundo, pero yo no, ni ratón ni conejo ni ardilla ni nada… me rehusé entonces y me rehúso ahora.
Les temo, con el alma, con saltitos de mariquita y llanto de niña… y por lo tanto espero que la vida los mantenga alejados para siempre de mi camino… y de mi mesa.