miércoles, 16 de junio de 2010

Sobre mi opinion...no apta para taurófilos.

Un día me senté a mirarlos… contuve el aliento y las ganas de vomitar y me dispuse a perder unos minutos de valioso tiempo mirando la escena medieval que se observaba en mi televisor.
El asesino hermosamente ataviado, con traje y ademanes maricamente antiguos; la victima sin la más puta idea de dónde estaba… como casi todas las víctimas.
Sangre, dolor y muerte. Es lo que más atormenta al mundo de hoy y curiosamente se sigue considerando un deporte… de gente ilustrada, ¡lo cual es peor!
El pasado sábado un novillero se negó a matar un toro. Lo llevaron preso (increíblemente) por no haber cumplido su sádica encomienda y le cobraron una multa para dejarlo libre. Su único argumento fue que había tenido miedo. ¡Miedo!
Hay que tener un par de huevos bien puestos en ese traje brillante para decirle a un montón de enajenados deseosos de sangre que se tiene miedo del animal.
Sí, porque habríamos de tenerle miedo al animal.
¡Ya quisiera ver si hacen lo mismo con un animal completamente sano, alimentado y salvaje!... a esos si no tendrían los huevos para parársele de frente con un trapo a hacerle señas; un animal sano si les metería los cuernos culo arriba para ver si es muy bonito que te perforen en frente de otra gente gritando de alegría.
Si, para mí el novillero miedoso sí es un valiente… hay que ser valiente para meterse la mano al bolsillo y pagar una multa por hacer el bien. Hay que ser muy valiente para tomar una decisión a pesar que toda una horda de gusanos sedientos de sangre te llame marica miedoso. Hay que ser muy valiente para, aunque sea por miedo, escoger la vida y no la muerte.
Odio sobremanera el maltrato a los toros. Odio sobremanera los toreros floripondios que demuestran su hombría acosando hasta la muerte un animal que no pidió estar ahí. Odio sobre manera aquellos que detrás de la barrera, admiten, permite, fomentan y disfrutan la masacre, la tortura, la muerte.
Convoco a todos aquellos que tildan de miedoso al novillero miedoso, a que hagan algo más notable, qué se yo, pescar solo con red tiburones en el atlántico o enfrentarse a un tigre de Bengala con un libro religioso y mucha fe como armas. Eso sí sería notable… eso si sería diferente.
Un día me senté a mirarlos… contuve el aliento y las ganas de vomitar y me dispuse a perder unos minutos de valioso tiempo… Fue solo una gran pérdida de tiempo… Fue una muy triste y horrorosa pérdida de tiempo.

viernes, 4 de junio de 2010

Sobre el regreso... el feliz regreso.

Tres noches sin dormir, litros y litros de café que dejarían en coma a un mamífero mas grande que yo, huellas en los dedos y trabajos en cartón que son el resultado final de todo lo anterior.
Un día, hace mucho tiempo, no sabía qué camino tomar.
Me refiero, a que hace unas mañanas me levanté, salí de mi casa apurado después de darme el lujo de darme “cinco minutitos más” antes de ir a la ducha, lo que desencadenó una serie de retrasos mortales, cuando de repente mi parada de autobús estaba cerrada. Que digo cerrada… una malla de tela verde había separado completamente mi calle de la calle del frente. Oficialmente había viajado en el tiempo y en el espacio y era parte de un mundo dividido por un muro.
¿Dónde se toma el autobús cuando no hay calles para esperarlos?
Una llovizna leve, rara entonces, cotidiana ahora, me estaba arruinando veinte mil pesos en papel especial y una sensación de estar perdido que, como siempre, llego con un enorme deseo de llorar. Ese era yo, volviendo al pasado, en una Bogotá desconocida y sin saber a dónde caminar, hacia dónde ir… dónde esperar el autobús.
Llegue a clase dos horas tarde, con el papel hecho una miseria, a la clase de un profesor que no habría de llegar.
Ahora no llego tarde. Ahora se me ha hecho familiar el camino de seis cuadras para tomar el autobús que antes pasaba por la esquina. Ahora sé qué camino tomar.
Después de un largo periodo, las vacaciones han llegado, back in bussiness, un semestre más, ocho restantes, una larga vida por diseñar y muchos trasnochos por venir… pero por ahora soy libre, a retomar viejos hábitos, a recorrer territorios conocidos, a ver viejos amigos a quienes contarles que por fin, las vacaciones han llegado.