
El corazón descuajado por completo me contaba que ya era la última hora que quería ver correr, era el último día que deseaba para estar vivo. El secobarbital, mortal y sutilmente hermoso, no me dejaría vuelta atrás, era mi día, escogido sistemáticamente en el calendario que me habían regalado en el supermercado unas semanas atrás. No había nadie en mi casa, estaría solo, siempre me ha gustado estar solo. Placido Domingo gritaba rancheras a media voz en un rincón, también él había sido elegido con anterioridad. No había miedo, había curiosidad, me mataba la curiosidad de ver a todos reunidos, hablando de mí, diciendo lo buen hijo hermano y amigo que había sido, preguntándose porqué lo había hecho, echándole la culpa a un corazón roto, porque no había más motivo aparente para una decisión tan macabra.
Pero nadie lograría entenderlo nunca porque no era cuestión de amores, de hecho, hacia mucho tiempo no me sentía tan “vivo” en ese sentido, tampoco era dinero, no eran problemas sociales o de aceptación personal. Era simple y llanamente la sensación de que un mundo tan cambiante y hermoso no tenía nada que ofrecerme. Era simple y llanamente que si había de marcharse algún día, lanzaría un grito de rebeldía escogiendo mi día y mi hora, la forma y el lugar. Nada me emocionaba, nada me ilusionaba y nada me preocupaba; estaba en el momento exacto para llevarme un recuerdo de la vida que no sería ni malo ni bueno; la vida y yo caminamos por las aceras opuestas en la misma calle, ella la sabia y yo el loco. Nadie me entendería, porque no dejaba una carta lastimera y ejecutante donde dijera lo que siempre quise decir y donde echara a alguien las culpas de mis fracasos y mis miedos; odiaba ese cliché fatalista y no lo quería en mi final.
… Midnight, not a sound from the pavement, Has the moon lost her memory… she is smiling alone. In the lamplight fhe withered leaves collect at my feet and the wind begins to moan. Memory, all alone in the moonlight I can dream of the old days, life was beautiful then. I remember the time I knew what happiness was, let the memory live again…
Con anterioridad había organizado mis canciones, por fecha para que se notara la evolución en las mismas, sumaban doscientas cincuenta desde mis doce años cuando escribí la primera y peor de todas, pero que nunca había considerado romper, citando a Neruda “ellas dirían quien soy”. Domingo seguía en su rincón a media voz cuando llegó la hora escogida, El secobarbital desapareció del escenario y para evitar fallas en mi plan, un goteo incesante saltaba de mi mano izquierda dibujando estrellas carmesí en el piso; no me tomé la molestia de intentarlo en la otra mano, es sabido que la izquierda no tiene ya la fuerza suficiente ni el pulso para cobrar venganza en su gemela. La vida y yo caminamos por las aceras opuestas en la misma calle, ella una dama y yo un cuatrero.
…daylight, I must wait for the sunrise, I must think of a new life and I mustn’t give in; when the dawn comes tonight will be a memory too And a new day will begin…
Es demasiado rápido, el sueño y los deseos de vomitar se hacen cada vez más fuertes, pero todo ya es nada, no hay espacio reconocido, Placido Domingo calló bajo el palpitar constante de las sienes acaloradas, el alma no puede seguir aferrada a los recuerdos bonitos que ha reciclado durante tantos días, se van borrando la fotografía de mi mamá, las caras de mis hermanos, el ultimo beso de amor que había recibido doce horas antes, la vida perfecta que había buscado se acababa justo en su mejor momento, todo se volcaba en olvido, en sueño, en nada.
La luz, el túnel y los familiares idos no llegaron nunca. Mi familia llegó antes que ellos, habían regresado antes de tiempo de su paseo dominical y se empeñaron de dañar mis planes uno a uno, sistemáticamente, rompiendo en pedazos y en pocos segundos lo que me tardó años preparar.
Dormí mucho tiempo, nunca me atreví a preguntar cuanto, el tema en mi casa nunca se tocó, no supe que hizo Mamá al verme, nunca supe quien me encontró “pocos minutos antes que fuese demasiado tarde” según el informe medico que hubieron de firmar y que por descuido dejaron a mi alcance. No hubo preguntas; solo una psicóloga a la mitad de mis sueños me hacía algunas hoy olvidadas, pero quizás sirvieron para aclarar en el mismo informe que “el paciente no requería tratamiento posterior, simplemente necesitaba descanso”. La vida y yo caminamos por las aceras opuestas en la misma calle, ella triunfante y yo siempre derrotado.
…touch me; it’s so easy to leave me all alone with the memory of my days in the sun.If you touch me, you’ll understand what happiness is…Look… a new day has begun...
Hoy el tema es olvido, pero sé que todos están a la expectativa del día en que decida colgarme del techo o que me lance de un balcón; lo peor es que siempre lo pienso, aun guardo la esperanza de tener la libertad de elegir mi día y mi hora, la forma y el lugar; aun quiero escoger el mejor de mis días, para poder aferrarme con mas fuerza que antes a los recuerdos bonitos, para dejar alguien que me extrañe. Mantengo por orden de fecha las trescientas dos canciones, escribirlas fue mi problema, ahora creo que darles vida no está entre mis posibilidades, entre mis talentos… y se que talvez esa forma autodestructiva de pensar no combina muy bien con la inteligencia enorme de la cual siempre he presumido, pero quizás esa inteligencia también sea una simple ilusión.