lunes, 27 de agosto de 2007

Coordenadas para vivir


Los puntos cardinales son las cuatro direcciones derivadas del movimiento de rotación terrestre que conforman un sistema de referencia cartesiano para representar la orientación en un mapa o en la propia superficie terrestre. Estos puntos cardinales son: el este, que viene señalado por el lugar aproximado donde sale el sol cada día; el oeste, el punto indicado por el ocaso del sol en su movimiento aparente y si a la línea este - oeste la consideramos como el eje de las abscisas en un sistema de coordenadas geográficas, el eje de las ordenadas estaría descrito por línea norte - sur. (QUE ABURRIDO!!!)
He hablado antes de mis abuelos paternos, Luís y Luisa han dejado una marca eterna en esta lejana galaxia, pero los puntos cardinales son cuatro y son necesarios todos para una buena orientación. Hoy hablaré de otro de mis faros, del tercero de los puntos cardinales en mi vida, un negro monumental y fabuloso que me enseño leer, a trabajar… a vivir.
Cuando Julio llevó a su hija al hospital, presa de un incontrolable cólico menstrual, nunca esperó que la respuesta luego de dos horas de espera sería “El cólico ya nació, vaya consiga pañales y una cobija”. Así es, yo nací sin que nadie (aparte de las eternas vecinas omniscientes) supiera, yo nací sin un solo pañal y a la “muy conveniente” hora de las once de la noche, así que mi abuelo tuvo que ir donde una amiga de la familia a que hiciera mantillas con una sabana de cama.
Bravo. Malgeniado en ocaciones, forjador de un caracter recio que supo heredarme. Guapo, pero no de esos guapos de llegar borracho, tumbar la puerta y golpear la mujer. Guapo de los que le ponen la espalda al sol para que la mesa esté puesta tres veces al día, para que la lonchera vaya llena, para que la ropa no falte.
Él siempre tenía una solución a todo, una respuesta a todo, una ayuda para todos. Julio siempre había sido un campesino, enorme, sano, inteligente aun con la limitación de da el analfabetismo. Me quiso con ese amor que un padre tiene para sus hijos, para el favorito de ellos, me quiso sanó y gordo al extremo, pero aquella vez, cuando sin saber porqué la fiebre no paraba y yo me consumía en una cama de un hospital, fue el quien peinilla a la cintura me sacó a la fuerza para llevarme a la única persona que a su criterio, podía salvarme: una bruja. La bruja me peleo con la muerte y ganó la apuesta, y él siempre a mi lado; a mi lado enseñándome a leer, cuando paradójicamente él nunca había aprendido (y no me pregunten como lo hizo, ya no lo recuerdo); a mi lado cuando íbamos al campo, a traer la leña para que la abuela hiciera maravillas en la cocina, esas maravillas cotidianas que solo aprecias y extrañas cuando ya no las tienes a tu lado; a mi lado cuando esa cabra enojada me iba a golpear y fue el quien recibió el golpe en su cadera. El hubiera recibido todos los golpes de la vida por mi, porque eso es lo que hacen los abuelos, eso es lo que hacen los padres.
Mi abuelo era imponente, intocable, para mi era eterno, hasta esa ocasión en que a la escuela fueron y me dijeron que mi abuelo había muerto. Yo corrí a mi casa, olvidé los cuadernos en la escuela, al llegar supe que mi abuelo no estaba muerto, pero si estaba delicado por un ataque masivo de abejas, las cuales había encontrado en una de sus excursiones a traer leña al monte. Al verlo en el hospital, sonriente bajó una indescifrable hinchazón que no dejaba ver más que unos pequeñitos ojos graciosos, supe que mi abuelo no era inmortal, mi abuelo era pasajero como todo lo bueno en este mundo.
El tiempo pasó, su espíritu sonriente y su carácter amable se acrecentó con los años, comenzó a volverse amigo de aquellos vecinos que en otros tiempos no podía soportar, hizo una tregua gentil con la familia del esposo de Mamá y hasta con la abuela de este, una “enemiga” consumada por problemas de diferencias políticas en tiempos olvidados.
Pero el tiempo, que lo mejoró como al vino, se encargó de pasar factura con un cáncer que llevaba hacía mas de diez años, pero que solo se hizo sentir durante quince días, solo quince días lo vi verdaderamente enfermo, quince días se toma la vida en derribar un roble como mi abuelo y convertirlo en un ser indefenso y delgado, pero con la sonrisa y el animo mas fuertes que en sus mejores días. No se habría de parar de la cama, rodeado de todos sus amigos, otrora rivales, y recibiendo sopa de manos de una mujer que había despreciado todo el tiempo. Su destino fue irse con todas las deudas saldadas, sin arrepentimientos, sin hacer a un lado su buen ánimo, habiendo convertido en aliados a sus antiguos enemigos y dejando en mi corazón una gratitud enorme, un amor incomparable y la sensación placentera de saber que la vida me puso de maestro, de faro, a un gran hombre.

7 comentarios:

JfT dijo...

Wow, qué honor, llegar primero...
Cómo me has hecho identificar con tus hermosas palabras hacia tu abuelo. El mío, el querido don Calixto, fue, es y será también mi faro guía. Y, como el tuyo, partió de pronto un día, así, sin aviso, a los 91 años. Es curioso, porque jamás sentí que haya muerto, para mí, simplemente, partió allí donde nos reencontraremos todos cuando sea el momento.
Abuelo, abuela, gracias por recordarme, ángel oscuro, lo hermosas palabras que han sido siempre para mi.

Otro abrazo, más fuerte que el anterior, y que espero llegue también, intacto a tu, cada vez menos, lejana galaxia.

JfT

Rosa dijo...

Me dejas con el sabor salado de una lágrima en los labios, pero no una lágrimas triste, no, es esa otra la que nos deja la nostalgía. Que admirable hombre tu abuelo Julio; guapo bien lo dices, para pelearle a la vida todo lo consiguió para los que amaba-
Cuando alguna vez pierdas el rumbo, quién no se desorienta en ocasiones, mira esa estrella, tú guía, tu faro.

Yo tampoco te siento lejano, sabes, parece que te tengo a mi lado, escuchándote y sonriendo... perdida en tus recuerdos.

Max dijo...

Quienes hemos tenido la suerte de tener un abuelo o abuela con ese temple sabemos lo que se les extraña cuando se van.
Te acostumbras a su ausencia, pero el dolor vuelve cuando menos lo esperas.

Muy emotivas tus palabras para componer una bella historia de amor.
Un abrazo.

CRISTINA dijo...

Después de unas semanas de vacaciones desconectada de internet, vuelvo y encuentro este precioso post.
Gracias a tí he recordado hoy a mis abuelos a los que tanto echo en falta.
Y también he recordado unos versos que dicen:
"hónrate, honrando a aquéllos que en este mundo merecen tu recuerdo".
Es lo que tú has hecho.

Un beso.

Corazón Deshabitado dijo...

Que linda historia, pues a mí me paso lo mismo que a vos, pues mi abuela era ejemplo de guía en mi vida era mi pilar en esos momentos cuando necesitaba levantarme.

Pues ella también murió de cáncer, y vi como su vida se desvaneció en tan solo 14 días época navideña y principio de siglo.

Después de su partida dejo un gran vació que con el tiempo lo llene de recuerdos y de esperanza de que algún día nos volveremos a juntar.

Y vivo muy cerca de ella porque la llevo en mi corazón.

abrazos

Paulafat dijo...

Me encanta tu blog, y este último post está muy lindo. Me producen mucha admiración personas como tu abuelo, como tu lo describes parece casi mágico.

Bye!

senses and nonsenses dijo...

eres un gran tipo.
mi abuela se fue hace poco y me gusta sentirla muy dentro de mí.

un abrazo.