viernes, 29 de febrero de 2008

Sobre lo que pudo ser

La relación por demás tormentosa había llegado a una notoria y fabulosa calma… las cosas habían mejorado y el encuentro sería efectivo al domingo siguiente. Mi amigo Du esperaba ansioso la llegada de ese día cuando, a menos de tres días, le llegó la noticia de que al chico aquel lo habían herido gravemente por robarle algo.
Solo tenían en común un amigo y este se encargó de ponerlos en contacto, con una química a tal magnitud, que llegaron a conversaciones, planes y hasta discusiones fuertes sin haberse visto nunca, de hecho este tramite llegaría a feliz termino el domingo aquel que hasta ahora no figura en los calendarios pasados.
El rostro triste de mi amigo Du contándome aquello era muy distante del chico risueño de siempre, las situaciones definitivamente cambian la fisonomía de las personas, los deseos de las personas… las ganas de las personas.
Ese era yo, a pocas horas de que una nueva ilusión naciera en mi remendado y sucio corazón y con las palabras menguadas ante la tragedia de Du.
Mi pregunta en este caso debería ser ¿Cuál es la frase precisa que debo regalarle a Du para que se sienta bien? Pero no, en este caso la intención modificó la frase a: ¿en que momento dejamos que el tiempo se pase y las situaciones se dilaten, evitando un golpe de suerte que nos haga felices?
La frase, muy sabía por cierto, dice que no tienen vuelta atrás la flecha lanzada, la palabra dicha y la oportunidad perdida. Las dotes de arquero no las heredé de mis ancestros aborígenes, las palabras muchas veces no solo me sobran sino que me estorban… pero he desperdiciado muchas oportunidades, demasiadas, incontables, las suficientes para despertar a la razón y comprender que aprovechar las mismas es un deber y un escaloncito más en la búsqueda de ser feliz.
Que bueno poder comer todos los pasteles de chocolate que la vida te ofrezca y recibir todos los besos de amor que te ofrezca alguien mas que la vida. Que bueno comprar todos los tiquetes de ida sin pensar mucho en los de regreso (a no ser que hallan más besos y chocolates para regresar); que bueno leer todos los libros que caigan en nuestras manos (incluyendo aquellos de efectividad somnífera comprobada); que bueno enamorarnos una y otra vez (mejor aun si es de la misma persona); que bueno escuchar una y otra vez esa canción que nos gusta; que bueno reír de nuevo con las caricaturas de Liniers que ya tenemos repetidas; que bueno mirar el campo, cerrar lo ojos y al abrirlos llenarnos de asombro otra vez. Que bueno que Mamá se olvidara del almuerzo de mañana y se fuera conmigo a cine; que bueno que el chico aquel con quien hablo una hora diaria por teléfono, me aceptara por fin una invitación a cine…
Que bueno no esperar a que los sueños se desvanezcan en las manos para darnos cuenta que éramos capaces de convertirlos en realidad.

lunes, 25 de febrero de 2008

Sobre mi memorial de pecados

Yo confieso que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Que he pecado con los sentidos y con los sentimientos, que he pecado contra los demás y que he pecado contra mi mismo, que es la peor forma de pecar.
Yo confieso haber olvidado unirme al canto matinal de mis ancestros, de aquellos que dejaron sus pasos para crear un camino de evolución continua. Yo confieso haber detenido esos pasos, haber truncado ese destino imparable de mejora progresiva.
¿Cuando olvidé que tu, espíritu de la tierra, eras quien movía los hilos de mi existencia pequeña? Ese quizás es el peor de los pecados que he cometido hasta hoy, no haber amarrado mi voluntad de barro a tu voluntad infinita.
Pero no pecaré sintiéndome diminuto…no. Porque tu, padre tiempo, me hiciste de un pedazo de ti, de tu ala derecha, de tu riñón izquierdo, de tus buenos deseos y de tu misma alma. ¿Cómo puedo ser imperfecto si soy parte de ti? ¿Cómo puedo ser minúsculo si por mis venas corren tus mares?
Amamantado de tus pechos generosos, pechos de luna llena, hiciste de mí tierra fértil para parir amaneceres y recuerdos hermosos. Deja que vuelva a ser un pequeñito dormido en tu vientre, Madre Tierra, déjame recordar que somos uno contigo, que hay un cordón infinito que nos une sin necesidad de poner instituciones de por medio.
Ayúdame a recordar que soy de fuego como tu, que soy de viento como tu, que soy de agua como tu; que nuestras raíces salen de la misma tierra y hacen circular la misma savia. Madre, Padre… refuerza mis cimientos con las rocas sólidas que dejaron mis antepasados; une mis fundamentos con el mineral sagrado de aquellos que estuvieron antes que yo, que entendieron que tú con el espíritu del viento y ellos con el espíritu del fuego eran una misma cosa, eran la misma escritura en el mismo libro.
Yo confieso haber olvidado como diluirme en tus volcanes, Madre Tierra, soy conocedor de que ese olvido es el único castigo que habrás de imponerme; por eso hoy estoy de rodillas ante la majestad de tus linderos eternos, pidiendo humildemente tu consejo, anhelando que surjas de mí como fuego devorador y forjador de sueños nuevos. ¡Rompe mi piel que es la única limitación que me pusiste! Ayúdame a ser constructor de mundos, siéntame en tus rodillas y abrázame fuerte para recordar que nunca estuve solo, que tu rostro se dibujo en cada línea que marca la madera, en cada onda que viaja en el agua. ¡Quiero moverme por las ondas del agua como tú! Ser uno con el mundo en que habito, entender que no soy una fuerza nona, sino que compongo el gran engranaje cíclico que lleva tu nombre.
Yo pecador me confieso ante la gran hoguera que eres tú.
Yo pecador me confieso dios, me doy el lujo de saberme todopoderoso, de reconocer sin velos mi perfección absoluta y completa similar a la perfección de tus montañas y de tus mares.
Yo pecador juro solemnemente no volver a pecar.

viernes, 22 de febrero de 2008

Sobre lo que "somos"....

somos... una excusa eterna para dar un dulce beso!!!!

miércoles, 20 de febrero de 2008

Sobre el arte de contar cuentos IV

Era el segundo cigarrillo que Maritza se fumaba en menos de una hora.
El sabor oscuro y salitre le llenaba la boca con desagrado, pero solo así lograba enfocar su rabia sin tener que gritar como si de repente hubiese perdido el juicio.
Maritza miró su propio reflejo en el espejo retrovisor y le pareció ridícula verse con esas gafas oscuras y ese pañolón en la cabeza. Los usaba porque así se lo recomendó Diana quien a su vez lo había visto en una telenovela; – Cuando se va a la cacería del marido – dijo Diana con propiedad – para encontrarlo con “la otra”, se debe usar unos grandes lentes oscuros y una pañoleta para evitar ser reconocida – Maritza obedeció aunque no quedó muy convencida, sobre todo teniendo en cuenta que Esteban reconocería a kilómetros el carro que aun no terminaba de pagar.
Esa mañana igual que todas las mañanas, Esteban había salido sin dar clave para sospecha alguna, dejó su aroma de perfume costoso al acercarse para despedirse con un beso mientras ella fingía continuar adormecida; la verdad es que solamente había logrado dormir retazos de una noche que se le hizo larga y compleja. “Si quiere ver con quien se acuesta su marido, sígalo por las mañanas, cuando sale para la oficina” fueron las palabras que le dieron vueltas en la cabeza una y otra vez mientras Estaban, lejano de sus preocupaciones, dormía placidamente a su lado.
Un tercer cigarrillo puso en alerta a Maritza y le cambió los pensamientos; no podía convertirse de nuevo en un ser que orbita alrededor de un cigarrillo por un problema familiar, siempre resultaba en lo mismo, igual le sucedió cuando Mario se fue de la casa tres años atrás, fumaba por la incertidumbre de no saber donde pasaría la noche su pequeño, por el temor de que las cosas le salieran mal, pero sobre todo, fumaba a escondidas desde entonces para conseguir orgullo y no salir a buscarlo a decirle que regresara a la casa, que ella lo querría con todos los defectos que pudiera presentar; no, ese fue un lujo que Maritza no se pudo permitir.
Pero... Esteban no podía haberse convertido en un hombre infiel de la noche a la mañana!, esa era la mayor contrariedad que la embargaba. Ese hombre que cada mañana la despedía con un beso, que no olvidaba las fechas, que resultaba la envidia de sus amigas, no, ese hombre no podía cambiar en un solo parpadeo, en una sola noche. Entonces Maritza comenzó a hilar el tiempo hacia atrás y como siempre que esta labor se empieza, empezó a enredarse en su labor: ahora las llamadas a horas precisas parecían una manera ideal para mantenerla despistada, ahora el perfume costoso que dejaba como despedida era el aroma que quería llevar a otra mujer, las llamadas desde el baño, las llegadas tardes de los martes, el reloj horrible y grande que lucía en su pulso y que era igual al que Mario usaba cuando aun estaba en la casa, todo la llevaba a otra mujer, a la mujer que estaba esperando por conocer, a la mujer que en ese preciso momento salió del edificio a menos de cuarenta metros de donde ella se moría de calor abrigada por el pañolón floreado.
Falda corta, delgada, cabello claro y gafas azules, Maritza registraba todo con impecable detalle, pero sobre todo algo que la hizo erizar la piel y doler el corazón: aquella mujer era mucho, mucho más joven que ella. La semana anterior, cuando dio por concluido se tratamiento de blanqueamiento dental y mientras el ortodoncista le mostraba orgulloso como había eliminado las manchas de cigarrillo, Maritza solo pudo observar las marcas profundas que su piel presentaba, los ojos cansados, la piel marchita y frágil. La ilusión de los dientes blancos le pareció solo una idiotez cuando ella lo que necesitaba era que le removieran el paso del tiempo, pero el tiempo marca el rostro con la misma inclemencia como rompe el alma y ya quizás era momento de saberse vieja. Esteban también lo había notado, había buscado los brazos de una hermosa joven quien ahora, impaciente, esperaba sola a la salida del edificio mientras hablaba en su teléfono celular y sonreía.
Esteban salió apurado, dando la mano efusivamente al portero y tomando la chica suavemente por un brazo. Maritza se sintió morir; un calor infernal le envolvió el pecho y la sensación de pánico la hizo escurrir por la silla, se quitó la pañoleta y los lentes y observó con pánico como la chica guardaba su móvil y abrazaba cariñosamente a su marido.
La devastada mujer se bajó del auto, pisó las colillas infinitas que daban testimonio de los minutos amargos que había esperado y se dispuso a enfrentarlo antes de que se subieran al auto, pero Esteban no se dirigió hacia su auto sino que, dando la espalda, caminó con la mujer los pocos pasos que los separaban de la esquina y puso la mano a un taxi que ocupado siguió de largo. Siguieron conversando y sonriendo mientras Maritza se acercaba lentamente, sintiendo como la mirada borrosa permanecía fija en la feliz pareja esperando taxi.
Los tacones vacilaban en el asfalto mientras las finas piernas de Maritza temblaban y avanzaban con el temor de caer, similar al temor de llegar y presentarse ante los dos enamorados.
Un segundo taxi pasó ocupado y la chica mostró impaciencia mientras miró hacia ambos lados de la avenida cuando Maritza débilmente tocó el brazo de Esteban y esté giró repentino y prevenido. Esos ojos, esa mirada de culpabilidad inmediata embragó a Maritza de un profundo deseo de echarse en sus brazos a llorar, no miró a la chica, total, ella no había roto promesas de amor eterno y juramentos añejos que se daban por entendidos. Esteban no dijo nada, solo sostuvo la mirada con sus ojos culpables y antes de que Maritza pudiera formular alguna pregunta, tomo la mano de la chica, quien miraba atónita la escena sin decir una sola palabra. Maritza se sintió morir, el aire le faltó y quiso huir del mundo y de Esteban, de la juventud de la chica y de su propia vejez. Entonces la joven se quitó los lentes azules y Maritza definitivamente pensó en que era una alucinación, producto quizás de los muchos cigarrillos durante la espera:
Se vio a si misma repetida en la cara de la chica, igual como se había mirado antes en el espejo retrovisor. La belleza de sus ojos, su cabello, sus labios… Maritza podía ver un espejo que reflejaba el tiempo perdido, la juventud terminada en caminos de felicidades incompletas. Maritza se reconoció a si misma cuando vio aquel rostro preocupado y sincero. Era Mario, su pequeño, su niño, el amor de su vida y el causante de sus desvelos en los últimos tres años, era Mario en esencia pero con una apariencia completamente distinta, con una belleza femenina y un gesto de preocupación. Era Mario, rescatado por su padre del olvido que le había dado la madre que juró ser incondicional, de la madre que no pudo comprender las líneas ocultas en el guión de su propia vida, era su hijo, el menor de sus hijos, el que siempre la había necesitado. Maritza no pudo decir nada, ella había sido la única que había cometido una traición y la había mantenido por más de tres años, se arrojó a los brazos de la chica y lloró amargamente.

sábado, 16 de febrero de 2008

Sobre publicar secretos

A un Amigo (si, de esos con Mayúsculas) le prometí escribir sobre técnicas de seducción y fue un gran inconveniente al darme cuenta que no tengo ni siquiera un ápice de seductor, es más, me gusta sentir que me seducen, el flirteo, el coqueteo disimulado que coge descaro con el pasar de las horas…
No, definitivamente no he logrado que nadie haga eso, o por lo menos que lo lleve a un feliz final, nadie ha intentado a través de palabras ingresar a las partes recónditas que escondo… nadie ha pensado que hay vida inteligente más allá de un cuerpo que ha hecho pobres avances en el gimnasio.
Pues bien, señoras y sobre todo señores, hoy estoy en “el bazar del Ángel”… Sigan!!!... Pasen!!!!... tome lo que quiera que estoy a mitad de precio… conozca los secretos mínimos que componen mi ser… escoja uno, lléveselo a su casa y hágase a una partecita pequeña de mi.
1. Soy adicto a los chocolates y al café… son una droga… no hay caja de chocolates que no sea vorazmente consumida ni mañana gris donde solo el café supere los niveles de la lluvia.
2. Soy daltónico dicromático y en mi infancia perdí un concurso de pintura pues mi cuadro, aun cuando era hermoso, resaltaba en un enorme cielo púrpura. Nadie entendió entonces que quizás los cielos púrpuras son escasos… y como tales invaluables.
3. No me gustan los martes. Mi día favorito es el viernes (y regularmente soy enemigo de los fines de semana… me aburren)
4. Tengo una fobia absoluta e irracional a las ratas… y a las ardillas (que son ratas bien vestidas)… y tengo temores controlables por los payasos, la oscuridad y aquellos elementos publicitarios que son un muñeco gigante con un cristiano adentro.
5. Cuando estoy en el gimnasio, no me gusta la electrónica con la que todos entrenan. En mi Mp3 hay tangos, clásica y rancheras y esa, por ser de mi agrado, me hace rendir mucho más.
6. Me gusta el orden, pero no me gusta ordenar, por eso prefiero mantener las cosas intactas… hay ocasiones que no deshago la cama para dormir, o en su defecto duermo en el suelo (que vergüenza, ni Mama sabe eso)
7. Solo he peleado una vez en mi vida… le clavé un lápiz en la mano a un niño y corrí horrorizado.
8. De una relación enorme lo que más me gusta son los besos.
9. Sufro de insomnio, pero en la madrugada, cuando estoy al punto del desespero es cuando mejor escribo.
10. Nunca aprendí a fumar, por mas que lo intenté me pareció más una tortura que un placer.
11. Sufro de un tipo de epilepsia llamada Pequeño Mal.
12. Creo haberme enamorado solamente una vez en la vida… pero espero que no sea la única.
13. Amo venir aquí, restaurar mi vieja galaxia con cinta adhesiva y recuerdos, alimentarme de las cosas lindas y simples que encuentro en diferentes casas que visito… y esperar por mensajitos que me recuerden que hay muchos que también me recuerdan.

lunes, 11 de febrero de 2008

Sobre intentos de golpe

“No hermano, con este blog y esa foto use harto esas alas... ¡pero para volar bien lejos de la blogosfera!”…Esas fueron las palabras de Teresa Pe como comentario a mi anterior post. Lo vi (y alguna amiga blogger igual) como una expulsión sin medida y directa de mi paraíso ambulante, de mi propia galaxia. ¡Un golpe de estado!... sin quererlo me puse a pensar en el día en que deba irme de aquí, en que deba tomar vuelo junto a una bandada de aves migratorias y dejar esta galaxia que he acomodado a mi antojo y he coloreado a mi gusto.
Para pensar en el final debe pensarse en el inicio, y recuerdo que la primera casa que visité fue la de un ángel que vuela a ras de suelo… una casa a la que google me llevó buscando una canción de Bosé. Luego un Hada me narró una historia sobre el amor que encuentra cada mañana en unos ojos azules. En ese punto me di cuenta que también había en mis palabras historias para contar, yo también había vivido lo suficiente para acomodar piezas en un rinconcito propio; había encontrado un espacio que podía hacer mío, construirlo con pedazos de alma, de tinta y de recuerdos.
Heme aquí, este soy yo, escribiendo de todo lo que se me ocurre escribir, llorando penas, remendando el corazón, ejerciendo como aprendiz de poeta, como aprendiz de músico y como aprendiz de cuentero, entregando en palabras pobres mis denuncias y mis protestas. Hablando se sexo y de amor. Paladeando a Sabina, a José Alfredo y a Chavela que piensan como uno solo, citando a Borges o a Benedetti...
No Teresa Pe… no me iré lejos de la Blogosfera ahora, porque mis palabras aun crujen por salir a marejadas; porque los sentimientos brotan y este es el único cauce que pude darles; porque en ocasiones la compañía de muchos personajes frecuentes en mi espacio es la única compañía desinteresada que encuentro; porque requiero leer mil paginas antes de encontrar buenos lugares, como el tuyo, que me parezcan novedosos e interesantes.
No Teresa Pe, agradezco tu visita pero rechazo tu expulsión, mis defensas están altas y mi gravedad está constante… mi galaxia tiene mucha orbita para recorrer en la blogosfera.

jueves, 7 de febrero de 2008

El Tango De Roxanne - Moulin Rouge

Deja solo el sonido del video... es fascinante!

Sobre tango y poesía

¿Por qué hacer un tango preguntan mis noches?
¿Por qué volar lejos, tan lejos del cielo?
Pero el tango marca tu vida en mi tiempo
Porque el tango llora mi vida en el suelo

Marcaste de besos mi piel y mis labios
De rojo teñiste la sal de mis venas
Maldigo mis sueños que puse en tus manos
Maldigo tus sueños que fueron ajenos

Me voy porque tengo una herida en el alma
Que es la más reciente, más no la primera
Buscaré los labios que sean solo míos
Manos que no llenen de amor a cualquiera

Viví las regiones oscuras que guardas
Lloré los temores mortales que escondes
Estuve a tu lado entre sangre y arena
No supe ni como ni cuando ni donde

Ni supe la forma en que te despediste
Para aquel entonces no tenía conciencia
Manchaste de besos ajenos mis labios
Ya que más me daba perder tú presencia

Hay un bandoneón que repite mis fiebres
Y lloro de furia abrazando un retrato
El tango que llevo solo habla de muertes
Que solo me dejan la vida en pedazos

Adiós, solo adiós mi dulce Buenos Aires
Ella ya no existe, solo a ti te extraño
Pero no me busques, ni extrañes mis pasos
Déjame en mi tango, ya no me hace daño.

martes, 5 de febrero de 2008

Sobre aburrimiento y prejuicio

Cuando comencé a escribir este post me di cuenta que el 90% de las personas con quienes he sostenido un romance (incluyendo besos aislados, largos tormentos o inclasificables proyectos) tienen un nombre que comienza por J. De estos, el 30% corresponden a un Julián, otro 30% a un Jhon y de ahí en adelante pueden sacar el calendario para revisar todos los nombres posibles (eso sin decir que tenga una lista a grandes niveles y con muchas viñetas)
J (uno de tantos) era una persona adorable. Paramédico, inteligente, trabajador, compartíamos los gustos por los dibujos animados, por la comida y en ocasiones, muy pocas ocasiones, la pasión en el sexo. Si, J no era una persona que pensara en el sexo todo el tiempo, de hecho pensaba muy poco en sexo… mirándolo bien casi nunca pensaba en sexo y dado lo malo y aburrido que resultaban los pocos encuentros, era preferible que ni siquiera se le cruzara por la cabeza.
Pasábamos tardes fabulosas de historias compartidas, de caricias placenteras y de mucha televisión abrazados en la cama, pero al momento de llegar a la “consolidación de la relación” (bajo la dudosa pretensión de que relaciones se consolidan con el sexo) era algo indescifrable, era como… comida sin sal quizás! (o como diría mi amiga D, sabía a beso de bobo)
¿Cuál es el porcentaje de importancia que tiene el sexo en una relación?
No quiero sumarle grados al termómetro de “sexualidad” que tenemos las personas de tierra caliente, pero para mi el sexo es el tiempo de intimidad perpetua (perpetuidad que en el caso de J eran contados minutos) donde entregas todo y unes tu voluntad a la de tu pareja para convertirla en una sola. Hacer el amor es un rito, de piel y sudor, de roces y besos. Hacer el amor es entregarse.
Nunca pude apreciar esos contados minutos al lado de J. Al lado de él ese era un tiempo poco esperado y de regular avance, aun cuando otras circunstancias a su lado eran únicas. Un día J me contó algo de su pasado, algo similar a lo que siempre habíamos conversado pero esa ocasión fingí enojo, llevé las cosas al extremo y finalmente le dije que no deseaba volver a verlo. En el fondo no era cierto, pero ya no había lugar para incluirlo en la lista de amigos y como amante estaba resultando verdaderamente fatal. No pude seguir endosándole la vida sexual que yo anhelo y disfruto, definitivamente el porcentaje de importancia que tiene el sexo en mi vida es alto, y espero no ser juzgado por ello.
Por otro lado, ¿en que medida fue bien elegida la puerta de salida que busqué para esta relación? La verdad no me parecía políticamente correcto decirle “lo siento, pero el fracaso estruendoso que estas protagonizando en mi vida sexual, me obliga a decirte adiós”… ¡No!!! Eso no se le dice a nadie, por lo menos no en la lejana galaxia que habito. El inconformismo estaba en mi terreno de juego, yo debía lidiar con mis razones y debía buscar el mejor remate; quizás su vida sexual pobre y disminuida es suficiente para mantenerlo estable, quizás el ni siquiera le da importancia a ese aspecto, no lo sé.
La otra noche venía a mi casa, los audífonos de mi MP3 se había echado a perder con la lluvia de la tarde así que me conformé con los vallenatos insoportables que lanzaba a media voz el radio del conductor. Entonces, dos asientos más adelante le vi; era J, acompañado con un chico mucho menor que yo y obviamente mucho menor que él. Era evidente que las risas cómplices y las miradas absolutas decretaban un romance tierno y sincero; talvez J había encontrado alguien que no veía en él impedimento alguno para deshacerse en caricias de domingo y dibujos animados, talvez aquel chico de sonrisa infantil no tenía tantas historias para comparar el cuento de hadas que estaba viviendo, talvez hay mucho pasado en mi espalda y eso me llevó a preformar un príncipe azul que no ha llegado, que no se si llegara… quizás no llegue. Talvez algún día mi instinto de conservación y el miedo a la soledad reformen mi constitución interna, implantando un conformismo absoluto y recibiendo sin reservas cualquier demostración de cariño, aun cuando no haya un cumplimiento en mi definición de Hacer el Amor… aun cuando ni siquiera el corazón esté bien abrigado.