martes, 26 de agosto de 2008

Sobre el arte de contar cuentos X

Gilberto tomó el brillante instrumento con fuerza y después de una honda bocanada de aire, extrajo del interior metálico una melodía suave y melancólica.

El primero que se acercó a mirarlo fue un niño con un aire intelectual quien estaba mordiendo un escapulario que su abuelita le habia regalado en Semana Santa. Los vientos de agosto encumbraban rapidamente las cometas y regaban al parque con sinuosas notas musicales que tenian sabor de amores olvidados.
Gilberto cerró los ojos, se entregó sin medida a ese sonido limpio que salia del instrumento y envolvía a la decena de personas que ya se habían acercado curiosas y fascinadas.
"mujer, si puedes tu con Dios hablar..." susurró una anciana mientras se alejaba, saliendo del trance hipnotico, antes que el hombre del saxofón pidiera dinero.
Gilberto no abria los ojos; paladeaba el sabor neutro de canciones que lo remontaron a la época de universidad cuando, empujado por Enrique, buscó en las clases lúdicas el instrumento que le fuera más fácil de interpretar. El saxofón fue la primera y la unica opcion que tuvo; no debió pensarlo dos veces antes de inscribirse en las clases ni antes de pedirle a su papa de regalo el saxofón que habría de acompañarlo por el resto de la vida.
La gente se había agolpado al rededor de Gilberto. Se habian ofrecido voluntariamente a la magia de la música y al igual que en Hamelín, se habrían ido con el interprete hasta el final de los mares.
Gilberto no abria los ojos; él también era un cautivo de la música que ese día le llenaba de recuerdos, él estaba muy lejos de las burbujas de jabón que un vendedor lejano lanzaba al aire en la inutil empresa de robarle el publico a las canciones ajenas.
Gilberto viajaba por los abismos de la felicidad inconclusa que siempre experimentó antes de abandonar la escuela, al ser abandonado por su esposa, al descalabrar las esperanzas de todos aquellos que veían como sus pies se habían encallado para siempre en el fango podrido de su miseria aceptada... Giberto viajó por las rutas de las decisiones mal tomadas aun cuando era viejo y la sabiduría supuesta de los años le hacía compañía. Fue entonces cuando decidió ganarse la vida con la unica elección sabia que habia cocinado; fue entonces cuando comenzó a tocar en las esquinitas, en los parques, en los cafés moribundos y solitarios, al lado de los semáforos... siempre con un sombrerito humilde donde recibia las pocas monedas con las que aseguraba la vida por un día mas.
Un avión con voz de trueno cruzaba el cielo, tan grande que parecía acariciar las cometas lejanas, mientras Gilberto había terminado la última canción del día. Abríó los ojos y miró a la mayor cantidad de personas que había reunido a su alrededor en toda la vida útil de él y del saxofón. De pronto todos estallaron en un aplauso, un aplauso majestuoso que nació desde la nostalgia impresa en los que acababan de viajar con Gilberto al mundo de recuerdos propios y ajenos.
Ese día Gilberto se conformó con el aplauso y le llenó más que todo el dinero que hubiese podido recoger... no había puesto el sombrerito de las monedas que le aseguraban la vida por un día mas, pues Gilberto estaba seguro que esa noche, abrazado a su saxofón, se iba a morir.

9 comentarios:

hpereyraf dijo...

Q triste ... el final me dejo con un ¿ah? ¿y después d eso que?

Monchis dijo...

La belleza sublime de las historias simples.

Prodigioso....

Gracias por regalarnos tu talento Darkie.

Monchis dijo...

La belleza sublime de las historias simples.

Prodigioso....

Gracias por regalarnos tu talento Darkie.

Twain dijo...

Simplemente sensible e inspirador, completo y complemento simplemnete armonico y delicioso de leer...

Un abrazo

Marga dijo...

..."pregúntale si yo alguna vez te he dejado de adorar..."

Una historia hermosa, parecía que incluso escuchaba el saxofón de Gilberto y su música llenaba mi alma.

Pero este final, me sacó de mi letargo, de repente dejé de soñar.

¿Ya está, se muere sin más?
¿O quizá haya muerto con muchísimo más de lo que podía llegar a imaginar?

Prefiero pensar que ha tenido la muerte que deseaba, en su gran momento de gloria.

Besitos mi ángel de alas hermosas.

Sixpence Notthewiser dijo...

La melancolia no siempre es mala consejera...
Fabulosa la historia, Angelito.

XOXOX

Rosa dijo...

Entiendo a Gilberto, es esa sensación profunda que te envuelve cuando escuchas "la música" y entonces todo desparaece a tú alrededor y cada uno de tus sentidos parece experimentarla.
Entiendo que al final de sus días tocara para su placer, y los aplausos, los aplausos eran el mejor regalo que podía llevar con él antes de morir.

Conmovedora historia.

Quike dijo...

Chino que pena, trabajando como burro ... no la verdad es que con los trancones de la autonorte y de la via de acceso a mi trabajo que está en reparación estoy gastando 3horas y media de mi vida diaria subido en un bus!!! Y hoy fueron 5 por cortesía de un choque.

un abrazo con pelitos

Quike micifous

p.d. me comentaron que te quedas, me alegro!

jako dijo...

amiguito...como siempre esta es una de esas historias que alimenta me imaginación.

un abracito.