lunes, 1 de diciembre de 2008

Sobre el arte de contar cuentos XII

Quince cuentos, es todo nuestro material para ganarnos la vida. Con quince cuentos hemos comido las dos desde hace mucho, y mientras mi madre tenga fuerzas para mover la silla de ruedas y mientras yo tenga memoria y garganta para recordar los quince cuentos nos iremos a las estaciones de los autobuses, a las salidas de los supermercados y a las plazas los domingos para comenzar las historias como siempre lo hacemos.
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Si señoras y señores, no le dé pena, acérquese a escuchar la tenebrosa historia de la mujer que salió en todos los periódicos la semana pasada…
El cuento de la mujer que murió acuchillada terriblemente por su amante siempre es el que atrapa las mentes febriles de los transeúntes; es imposible que no se detengan para curiosear entre la inválida que cuenta cuentos y la historia de la mujer apuñalada.
Cuando le propuse a mi mamá salir a las calles a buscarnos la vida, no me imaginé que sería tan difícil para ella y tan fácil para mí. Mamá era una mujer de hogar; entregada a los oficios de nuestra casa mientras mi Papá se levantaba muy temprano a trabajar en lo que la calle le ofreciera para la comida de sus dos mujeres. Yo siempre fui un estorbo. Ellos se santificaron mil veces cuidando de una hija que nunca sería útil, que nunca produciría nada. Desde aquellos días en que no regresé a la escuela huyendo de la crueldad infantil, mi madre se dedicó a mi cuidado; nunca fue culpa de los niños, su inclemente curiosidad era motivada por el asombro de ver mis piernas diminutas adheridas al cuerpo de una niña grande; me acosaban con preguntas, levantaban la sabana para estar seguros de que mis piernas eran reales y lo último que recuerdo de la escuela es un forcejeo de dos niños: uno curioso pretendía robar mi cobertor, el otro furioso defendía mi intimidad halando de lado contrario. En un momento incierto de gritos infantiles y llanto en mis mejillas los tres rodamos por el suelo.
Desde entonces Mamá me enseñó en la casa. Aprendí de cosas que nunca imaginé posibles y aun no sé si Mamá las inventó para hacer caminar mi imaginación y hacerme conocer mundos de la única manera que podría hacerlo.
Luego Papá cayó de un camión en movimiento y nuestra vida cambió por completo. Ambas estábamos huérfanas. Ese estado de sin salida en el que se encuentra una viuda, quien siempre se sintió protegida por la sombra masculina es enorme, y cambiar su condición de sufrimiento a una condición de lucha constante fue mi más grande empresa.
La idea de recorrer las calles narrando historias solo fue aceptada cuando se terminó el mobiliario que podíamos vender y los vecinos se cansaron de sostener dos mujeres inútiles.
Solo teníamos tres cuentos, los mismos con los que mamá inició las clases de lectura. Ahora era mi deber hacer de ellos mi materia prima.
Un día en una plaza, a la sombra de una acacia, una señorita deforme en una silla de ruedas comenzó a llamar a su público con gritos destemplados que ofrecían historias asombrosas para aquellos cristianos que quisieran entretener el oído y dejar volar la memoria.
Pero no se quede lejos mi señora que aquí hay mucho espacio; ¡vengan!, acérquese señor que no es por enamorarlo pero usted tiene cara de ser muy inteligente y va a saber el final de mi historia antes que yo se lo cuente… y así día tras día, año tras año, de la misma forma, comenzaba la eterna lucha por sobrevivir, por ganar de manera digna las pocas monedas que otros pudieran darnos. Fue difícil para mi mamá al comienzo pero después logró cambiar ese estado de orfandad por una amalgama perfecta, inventando historias que yo aprendía para contar en la plaza, en la parada del autobús o a la salida de los supermercados.
Llegaron a ser quince. Quince cuentos que ya eran capaces de hacer llorar a las señoras y hacer que los señores se desprendieran de billetes con todo gusto para ellos y para nosotras, cinco cuentos por cada parada.
Un día llegó él… un doctor muy joven, a escuchar el ultimo cuento de la tarde y desde entonces siempre volvió, cada tarde, sentándose en el suelo junto a los niños mientras yo narraba la historia de la mujer más hermosa del mundo que fue raptada y desató una guerra. Si esa mujer hubiese visto los bellos ojos de este hombre se habría sentido intimidada tal como me pasaba a mí.
Decenas de personas en la plaza salían de misa para escuchar los cuentos; a mí solo me interesaba el doctor con sus expresiones diversas que ambientaban perfectamente mis historias. Hasta que un día, de la mano del doctor, llegó la mujer más hermosa que he visto en mi vida; quizás más hermosa que la mujer que en mi relato había desatado una guerra.
Se quedaron de pie; el doctor no se hizo al lado de los pequeños que escuchaban atentos mis palabras inertes y acostumbradas porque ante el paisaje que se me ofrecía, era la costumbre lo que salía ahora de mi garganta; mi cabeza daba vueltas por la figura perfecta de mujer estudiada, inteligente, duce. Mis ojos llorosos pasaban de sus pechos divinos a la sabana azul sobre mi silla de ruedas. Las personas sollozaban con la historia del niño que se cayó en el pozo, con mi voz entrecortada, con mis lágrimas genuinas.
Demasiado drama para una reina de verdad; ella le susurró algo al oído y haló suavemente su mano fuera del circulo de personas que escuchaban atentas mi relato sin alma. El se devolvió repentino, y dejándome una tímida sonrisa puso un billete dentro de la cajita de las monedas.
Las personas cubrieron el espacio que la pareja más hermosa del universo había dejado al marcharse. Me dolía el pecho, pero era momento de seguir sobreviviendo. Miré a mamá, pequeñita y silenciosa en la banca del lado, con sus manitas apretadas contra el pecho para evitar el frio que comenzaba a helar.
- Las reinas siempre serán reinas y las moribundas siempre serán moribundas…- dije con voz de trueno, limpiándome mis lágrimas y comenzando una historia nueva, imaginariamente real. La gente olvidó al niño en el fondo del pozo, limpiaron también sus lágrimas y comenzaron a escuchar un cuento que no habían escuchado jamás.
Ahora mis cuentos son dieciséis.

15 comentarios:

Thiago dijo...

Cari, ers increible, vaya post... es impresionante. me has dejado muerto, tu relato es nuse, digno de Gabo, ya sé que te digo siempre lo mismo, pero no veo otro punto de comparación..

Eso si, tuve que copiar el texto y leerlo en Word, que con ese fondo que has puesto, que te ha quedado precioso, pero no se puede leer bien el maravilloso texto de la impedida huerfanita que contaba cuentos por las esquinas... De la crueldad de la vida, del poder del dinero, de los oscuros deseos que surgen de lo mas profundo del alma...

Bueno ahora que lo veo, se puede leer mejor aqui dandole a MOSTRAR ENTRADA. Bueno, todos los inconvenientes no importan pra este regalo que nos haces..

Regalo como tus dibujos, cari, que ya viste el exito que han tenido... eres un artista polifacetico, con lo mal que suena eso, jajajaa. Amor, haces de todo, igual escribes bien que pintas y diseñas, ehhh..

Bezos.

CRISTINA dijo...

¡¡¡Me encanta esa canción que suena de Chavela VArgas!!!

Besos, Dark.
Precioso post.

BRILLI-BRILLI dijo...

Leyendo esto con Chavela Vargas se me ponen los pelos de punta!

Anónimo dijo...

Sin palabras.... unas lágrimas... ¡joder!

MIGUEL

Marga dijo...

Que me pinchen mil veces y de los mil pinchazos no me saldrá ni una gota de sangre.

Me has dejado sin palabras.

Cuanta amargura desprende este cuento Darkie, demasiada...

(Los demos siguen sin tener nombre, aunque quedan muy chulos, pero tiene razón Thiago, cuesta más leerte).

Besitos mi ángel

Vicky dijo...

No sé "porqué" pero aterricé en tu galaxia... la llaman vía láctea verdad?

Rosa dijo...

Amigo mío. Hay un don que solo pocos reciben, es aquel que lleva al lector a la escena de que narra y lo atrapa en ella.
Me he ido con la pequeña niña que narra cuentos, en las plazas, en las paradas de los trenes, en las salidas de las iglesias. Sus quince cuentos, desde la mujer acuchillada, hasta la bella mujer que desató una guerra.
Y de ver la belleza, esa belleza que nos hace reverenciarla porque unida a la bondad nos deja profundamente conmovidos.

Anónimo dijo...

wow!! impresionante historia, y excelente narración!! de verdad me quede sin palabras.. te envio mil saludos y espero que estes super bn

Sixpence Notthewiser dijo...

Como la Sherezada, me haces olvidar que tengo casi que una sentencia esperandome. Este debe ser parte de mis regalos de navidad, Angelito....
XOXOX

Anónimo dijo...

Una historia que, con tu pluma me hizo vivir de cerca a la niña con su madre contando cuentos para subsistir y no ser un estorbo para los vecinos y la sociedad. Entre más vivo, más gente encuentro trabajando en las calles de una u otra forma y, que conste que no voy mucho al centro de mi ciudad, donde esto crece más y más.

Besitos nocturnos de viernes!

Quike dijo...

Hola mi angelito. Cómo va todo? Buen post, como siempre. Te ha quedado bien amueblado el sitio, casi que iluminado.

Un abrazo

Quike

p.d. Nos vemos mañana.

LaMar dijo...

Vaya, tienes oficio... y te lo aplaudo.

Sabes, estaba de "vouyer" en mi propio blog y me di cuenta, después de meses, que tenía un comentario tuyo en uno de mis post.

Y bueh!... mira lo que me encuentro!

Es un gusto descubrirte.

Paulafat dijo...

¡Está hermoso tu cuento!"Las reinas siempre serán reinas..."
Envidio la facilidad que tienes para escribir historias tan sencillas pero tan enternecedoras.

Un abrazote!

Gittana dijo...

Hooooolaa!!!! corazón!!!! tiene décadas que no paso por aquí!!! y mira que sorpre tan agradable!!!! Cambiaste tu página!!!! es hermosa!!! llena de color!!!!

Te sigo en tu campaña!!!!

Monchis dijo...

Hermoso relato... como siempre

Gracias por compartirlo


saludos,